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En el texto que nos ha llegado como Primera carta a los Corintios hay incluidas más de una carta dirigidas por Pablo a esta comunidad. Una de ellas, seguramente la segunda, aparece repartida en varios fragmentos (1,1-5.13; 6,12-9-27; 10,23 a 11,1; 12,1 a 14,40; 16,1-12.19 -24) en la actual 1 Co; escrita desde Éfeso en el año 53 en un momento en que los problemas de la comunidad se han incrementado, según la información recibida por los de la casa de Cloe (1 Cor, 1,11). De ella leemos un pequeño fragmento (1 Co 6,13c-15a.17-20) en la segunda lectura de este domingo.
¿Cuál es la situación en Corinto que ha incentivado la intervención de Pablo?. Para captar bien el sentido de la lectura litúrgica hay que tomar en consideración la afirmación de 1 Cor. "El cuerpo no es para una vida libidinosa": son las primeras palabras de la lectura. ¿Por qué las dice Pablo?. En Corinto estaba muy extendida la práctica de la prostitución. En el templo de Afrodita se practicaba la prostitución sagrada y el ambiente portuario ofrecía todas las facilidades. Por otra parte Pablo, basándose en la libertad que, con respecto a la ley judía, otorgaba la salvación, defendía la libertad del cristiano. Algunos miembros de la comunidad de Corinto habían llevado hasta la exageración el eslogan "Todo me está permitido", hasta el punto de justificar la fornicación. Para estos el fornicar era similar al hecho de comer y beber, un acto simplemente biológico. A partir de la distinción que los griegos hacían entre alma y cuerpo, este grupo de corintios pensaban que el cuerpo no entraba en el ámbito de la salvación, por lo tanto lo que se haga con él resulta indiferente en cuanto a la bondad o maldad de la conducta humana.
Contra esta forma de pensar Pablo construirá su exposición en base a dos argumentos. Uno centrado en lo que representa la resurrección y el otro en lo que significa el bautismo. La resurrección es resurrección de la totalidad de la persona: alma y cuerpo; si el cuerpo tiene que resucitar, tienen importancia las acciones que se hagan con el cuerpo. Con la muerte y resurrección de Jesús se ha producido un rescate del cristiano que está sometido al dominio de la carne, por lo tanto debe abandonar la fornicación. Por dicho rescate ya no se pertenece a sí mismo sino que pertenece a Cristo y esta pertenencia es incompatible con la fornicación que implica unirse en una sola carne con aquel con quien se fornica. La pertenencia a Cristo implica formar con Él un solo cuerpo. En el capítulo 12 de la misma carta, Pablo expondrá con detalle la enseñanza según el cual la comunidad es el cuerpo de Cristo.
La otra realidad que hace incompatible la fornicación con la vida del cristiano es el recibimiento de su bautismo. Con este el cristiano recibe el Espíritu y éste se hace presente en su vida. El Espíritu es el que asegura que el cristiano sea propiedad de Dios y es el Espíritu el que lo ha liberado del dominio de la carne. Se puede ir más allá del símil templo de piedras receptáculo de la presencia de Dios / cuerpo templo receptáculo del Espíritu. Más bien debería plantearse que, al igual que la presencia de Dios debe ser una presencia liberadora en medio la comunidad de hombres y mujeres del mundo, el cristiano que ha recibido el Espíritu y lo ha hecho suyo, ha de convertir este don en fuerza liberadora para todos. Como lo podrá hacer si está atrapado por el dominio del cuerpo que le impide mirar un palmo más allá de lo que no sea la propia satisfacción ?. Más allá de las libertades y derechos personales está la edificación del cuerpo de Cristo y ser templo del Espíritu Santo.

Domingo tiempo ordinario 18 de Enero de 2015

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