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Cada vez son más los centros escolares y universitarios que al finalizar un determinado ciclo de estudios han incorporando el acto de la graduación.¿Moda, banalidad o ritual secular de paso?
Ciertamente, en el ámbito civil también puede pasar ocasionalmente como en la realidad eclesial y pastoral,es decir, que la vivencia de una determinada celebración pierda su originalidad y esencia. Esto sucede cuando la estética —de los vestidos o del griterío del acto—, el programa y el contenido —la pérdida de referencia en los discursos del núcleo de vida académica o profesional—, y la falta de proyección y compromiso posterior —porque lo esperado es únicamente la fiesta entre los compañeros— todo ello da un resultado muy superficial o incluso frívolo.
Pero por suerte no siempre es así. La graduación académica es una fiesta importante, un verdadero rito de paso significativo porque se constata la evolución del tiempo con aprovechamiento y responsabilidad. Por eso se hace referencia a un cambio de etapa o su finalización. Se trata de la toma de conciencia de un cierto cierre y de una incorporación más plena a un nuevo escenario —universitario, laboral, etc. Toda graduación es una especie de consulta al reloj vital con una mirada al pasado, al presente y al futuro. Y en este contexto de crisis generalizada, más que nunca, tiene que suponer una nueva llamada a la responsabilidad académica, profesional y económica de todos. La incorporación del testimonio o de los referentes —por medio de la figura del padrino o de Alumnis y sus respectivos parlamentos— son elementos muy valiosos para afrontar con realismo e ilusión las aspiraciones de cada uno. La graduación se convierte, pues, en un hito del proceso de crecimiento individual y del proyecto personal y, en algunos casos, de la vocación. La graduación es, también, una ceremonia de agradecimiento hacia todos los miembros de una comunidad educativa —escolar o universitaria— y, muy especialmente, de cara a los padres y/o todas aquellas personas que han ayudado el proceso del estudiante con apoyo emocional, económico o instrumental.
Cuando un joven se gradúa toda la comunidad tiene razones para la alegría porque para los adultos no es sólo la fiesta de un «logro» sino que también representa una verdadera chispa de vida y un nuevo potencial para el relevo generacional. Sin duda, la graduación es un buen ejemplo de escenario de «sobreabundancia» que se manifiesta en las competencias, ilusiones, compromisos, proyectos, sueños, etc., de los graduados, y esta sobreabundancia, como en el caso de la maternidad, es motivo de verdadera esperanza.

Publicado en Catalunya Cristiana, núm. 1808, 18 de mayo de 2014, p. 13.

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