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Sin duda la visita del Papa a la Sagrada Familia de Barcelona quedará inscrita como el gran acontecimiento de la Iglesia Catalana de los últimos años. Un acontecimiento eclesial y nacional que ha centrado las miradas del mundo en la Capital catalana, en el corazón de esta nación que se ha gestado al calor y al abrigo de la tradición cristiana, y que ha configurado su personalidad con los valores del evangelio.

El líder mundial que aglutina a más seguidores en el mundo, hizo que por unas hora millones miradas del planeta se dirigieran a Barcelona, a un templo que se ha convertido en un referente mundial y que es obra de un célebre y santo catalán, Antoni Gaudí, un genio, un artista y un creyente.

Benedicto XVI es un Papa lúcido y valiente que no ha dejado indiferente a nadie o a casi nadie con su visita. Hay quiénes han criticado su venida, y han murmurado con frivolidad, “¡que tanto gasto… que se lo podrían dar a los pobres!” Como a Judas, a éstos abanderados y rebeldes sin causa, poco les importan los pobres. Otros han osado decir que no era bienvenido y hasta han cometido el insulto de compararlo con fundamentalistas que promueven la discriminación y el maltrato a la mujer. Éstos tales, por si solo se han descalificados.

Una pena que algunas declaraciones suya en el avión se hayan sacado del contexto: Un hombre tan inteligente como Josep Ratzinger, no patina como nos lo quisiearon vender. Él fue fiel a la doctrina que predica y de la que está convencido. Si alguien esperaba escuchar otra cosa, iba equivocado.

Políticos y la sociedad civil y religiosa, han reaccionado con cordura y sensatez, y han agradecido que el sucesor de Pedro nos visite. La Directora general de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña, Montserrat Coll, ha manifestado sin reservas la posición del gobierno, que nada tiene que ver con opiniones personales vertidas por algunos políticos, y ha insistido que la laicidad del gobierno se inscribe en la línea del máximo respeto a todas las religiones que conviven en el País y a sus respectivos líderes, y ha querido dejar claro que el Papa es muy bienvenido a Cataluña, reconociendo su autoridad moral para tantas persona.

Entrañable su visita al Nen Déu. Ahí creo que es donde él más disfrutó...¡y viendo las imágenes, yo también!

El Papa nos ha visitado, y sin duda nos gustaría que su paso dejara en los creyentes un deseo de que la unidad querida por Jesús, sea una realidad vital en nuestras comunidades diocesanas. Nos queda mucho camino por recorrer. Todavía no nos amamos los unos a los otros como hemos sido amados por Jesús; todavía no tenemos entrañas de misericordia para perdonarnos y aceptarnos mutuamente; con frecuencia vemos la diversidad como una amenaza y no como una fuente de riqueza o una oportunidad para aprender y crecer…

Pedro entre nosotros ha sido una llamada a la unidad querida por Jesús. ¿Serenos capaces de emprender entre nosotros el camino del Evangelio, de vivirlo en el seno de nuestras comunidades, de encarnarlo en nuestras vidas? Nuestros conciudadanos, ¿podrán reconocer en nuestras relaciones el amor que nos anima, la fe que nos mueve y la esperanza que no defrauda?

Que el paso de Pedro avive el deseo auténtico de ir a lo esencial; que nos abramos a la cultura y a la sociedad que nos rodea, y que en medio de ella seamos profetas de la vida, animadores de la fe, testigos del amor, amigos de los pobres, constructores del Reino

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