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Valiéndose de tradiciones referentes a Juan Bautista, Lucas elaboró ​​los relatos del anuncio (1,5-25) y el nacimiento del profeta (1,57-66). Al mismo tiempo, confeccionó los relatos del anuncio (1,26-38) y el nacimiento de Jesús (2,1-21). Finalmente, a fin de establecer una correlación más estrecha entre los relatos sobre Juan y Jesús, agregó el relato de la visita de María a Isabel. El relato consta de dos partes: a) el encuentro de María e Isabel y b) la reacción de María con el canto del Magníficat y la conclusión. La primera parte del relato es la que leemos en el evangelio de este domingo (Lc 1,39-45).

El relato está preparado por la noticia que Lucas da del embarazo de Isabel enfatizando la intervención de Dios (1,24-25) y por las palabras del ángel dirigidas a María anunciando el embarazo de Isabel como garantía de cumplimiento del querer de Dios manifestado en las palabras del ángel (1,36).

Desde el punto de vista histórico el relato no deja de tener elementos sorprendentes. María sale de Nazaret para encontrarse con su prima. Deja atrás la fértil Galilea para adentrarse en el terreno montañoso y seco de Judea. Que una chica embarazada emprenda un camino sola, sin José y que el recorrido suponga una marcha de 3 o 4 días no deja de ser sorprendente. Al peligro físico hay que sumar las malas voces que podrían criticar el viaje: se va porque quiere esconder el embarazo a los vecinos de Nazaret ?. Esta hipótesis ha sido sostenida pero pronto pierde fuerza cuando Lucas da noticia del regreso hacia Nazaret en la conclusión del relato (1,56). Hay quien dice que María obedece un mandato pero de las palabras del ángel no se desprende ninguna orden de Dios indicando que María vaya a Judea y visite Isabel.

Otro enfoque, quizás más acertado, es ver que María e Isabel son protagonistas de unas experiencias con muchas similitudes. El embarazo de una mujer cuando ya le ha pasado la edad de engendrar y el de una chica que no ha estado con ningún hombre se acercan más a un relato fantástico que a la pura realidad. De todo esto se deduce que la intención de Lucas no es histórica sino teológica. Quiere destacar una situación anómala compartida, vivida desde la fe y con el convencimiento de que son destinatarias de una intervención de Dios que tiene una finalidad que sobrepasa sus propias historias personales. María e Isabel tienen mucho en común.

Las palabras "Bendita tú entre las mujeres" recuerdan las palabras del canto de Débora, la profetisa que elogia la hazaña de Yael que con una estaca abre la cabeza de Sísara, rey enemigo del pueblo de Israel (Jc 5,24) y también las palabras de Ozías que elogia Judit por haber cortado la cabeza de Holofernes (Jdt 13,18). Fijémonos que en ambos casos está en juego la liberación de Israel. Dentro del judaísmo de la época, la importancia de una mujer se apreciaba por la categoría de sus hijos. "Bendita tú" va dirigido a María, importante por ser portadora de Jesús el liberador de Israel y porque, como veremos a continuación, es la madre del Señor.

"¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí?" Es relevante el reconocimiento de Jesús como Señor, no figuran en el relato ni el nombre de Jesús ni ningún título mesiánico. Lucas anticipa las palabras de los discípulos de Emaús: "Realmente el Señor ha resucitado" (24,34) y la proclamación de fe de las primeras comunidades cristianas: "Jesús es el Señor" (1 Co 12,3). A la vez que Lucas proclama la grandeza de María por ser madre del Señor, también lo hace de la grandeza de Jesús sobre Juan: el que es realmente Señor no es Juan sino Jesús.

Domingo 4º de Adviento. 23 de Diciembre de 2018

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