Resurrección con garantía

En la primera carta a los Corintios, Pablo responde a muchas cuestiones que estos le habían planteado. Una de ellas estaba centrada en la resurrección de los muertos (1 Co 15,12). Algunos miembros de la comunidad habían cuestionado la realidad de la resurrección y Pablo afronta el tema argumentando que la resurrección de Jesús es el fundamento de toda resurrección. La segunda lectura de este domingo presenta el contenido de fe que proclama la resurrección de Jesús (1 Cor 15,1-11).

Corinto era una ciudad griega y los corintios estaban influenciados por el dualismo platónico. Según este, las cosas se dividen en dos partes, está el bien y el mal, la materia y la no materia. El cuerpo es una realidad material y, como tal, no tiene ninguna importancia e, incluso, es malo. El cuerpo es mortal, no así el alma que no es materia y existe antes de haber vida en la tierra y seguirá existiendo siempre. Vistas así las cosas, resultaba difícil creer en la resurrección del cuerpo. El cuerpo queda atrás, lo que hay que preservar es la vida del alma.
En cuanto a los judíos que había dentro de la comunidad de Corinto, la cuestión estaba dividida. La corriente farisaica no tenía ningún problema en admitir la resurrección de los muertos, pero no era así entre los saduceos que se resistían a creer en ella porque consideraban que no estaba fundamentada en los escritos de la Torá, nuestro Pentateuco, la única escritura que ellos admitían. Basta recordar la discusión con Jesús consignada por Lucas (20,27-40).
"Ha sido resucitado al tercer día". La construcción de la frase en pasiva hace suponer que es Dios quien resucita Jesús. Es una expresión que encontramos también en libro de los Hechos de los Apóstoles (2,24; 3,15; 4,10, 5,30; 10,40; 13,30.33.34; 17,31) y en los escritos de Pablo ( Rm 6,4.9; 10,9; 1 Co 6.145; 2 Co 4,14; Gl 1,1; 1 Ts 1,10). Esta expresión coexiste en el Nuevo Testamento con la que afirma que es el mismo Jesús quien resucita. La encontramos en los evangelios sinópticos (Mt 28,6; Mc 16,6; Lc 24,6.34), pero sobre todo en el evangelio de Juan: "Doy la vida y después la recupero. Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente. Tengo poder para darla y soy dueño de recobrarla "(Jn 10,17-18). Al margen de averiguar cual prevalece sobre la otra, lo que interesa es que ambas afirman la realidad de la resurrección de Jesús. Es, en definitiva, aquello de lo que Pablo quiere convencer a los Corintios.
Así como la realidad de la muerte queda bien asegurada por la afirmación de la sepultura - realmente Jesús murió porque fue sepultado -, la realidad de la resurrección recibe el aval del hecho de las apariciones. Si Jesús no hubiera resucitado no le habría sido posible aparecerse a aquellos de quienes Pablo hace una lista.

Las apariciones son las experiencias de encuentro de los seguidores de Jesús con él, una vez resucitado. Los textos del Nuevo Testamento afirman su realidad, pero no detallan su naturaleza. Estas experiencias avalan la realidad de la resurrección, por eso Pablo las menciona y hace una cuidadosa y detallada lista en la que figuran Pedro y los doce convirtiendo la experiencia de estos en un referente y dándole el carácter de experiencia inaugural y emblemática.

La palabra "apareció" traduce el verbo griego "ôpfthê". El término forma parte de la terminología usada en el Antiguo Testamento (traducción de los LXX) para hablar de las manifestaciones de personajes celestiales que pertenecen al orden divino (Gn 12,7; 17,1; 22,14; 26,2 ; 35,9; 48,3; Ex 3,2; 16,10; Lv 9,23; Jt 6,12; 13,3; 1 Re 3,5; 9,2; 2Cr 1,7; 7,52 ). La resurrección de Jesús incluye también su exaltación. Resucita no para volver a una vida terrenal normal, sino por ser soberano mesiánico en el ámbito celestial. Es por ello que la resurrección es uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana y razón de ser de la vida de la comunidad.

Domingo 5º durante el año. 10 de Febrero de 2019