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El libro de Job explica en su prólogo (1-2) y en su epílogo (42,7-17) la historia de Job, un hombre justo puesto a prueba por Dios y después recompensado, pero el grueso del libro está tejido por un diálogo en tres ciclos (4-14; 15-21; 22-27) donde aparece el Job rebelde que busca el por qué de su sufrimiento. En la primera lectura de este domingo leemos un pequeño fragmento de la intervención de Job del primer ciclo (Jb 7,1-4.6-7).

Job lo ha perdido todo, riqueza, propiedades, la casa, los hijos y el calor y la comprensión de su mujer; justo conserva la vida porque está afectado de una úlcera que le golpea de pies a cabeza (Job 2,1-10). En estas circunstancias, ¿qué sentido tiene la vida? por qué seguir viviendo si la vida es un sufrir constante? Ante este panorama, se ha acabado la esperanza (v.6) y la posibilidad de ver nunca más la felicidad (v.7).

Esta visión negativa de la vida contrasta con las afirmaciones de la teología tradicional según la cual una larga vida vivida con felicidad es una señal del beneficio y la protección de Dios. Así el libro del Génesis dice de Abraham que "vivió ciento setenta y cinco años. Murió cargado de años después de una vejez feliz" (Gn 25,7-8). El deseo de quien experimenta el favor de Dios es, como dice el salmista "vivir años y años en la casa del Señor" (Sal 23,6). La vida, tal como muestran algunos salmos, es un valor positivo: "No abandonarás mi vida en medio de los muertos, ni dejarás caer en el sepulcro aquel que te quiere" (Sal 16,10), pero este no parece ser el pensamiento de Job.

El lamento de Job es la reacción a las palabras que le dirigen sus amigos. Lo que leemos hoy sigue a la intervención de Elifaz, amigo de Job, hombre instruido, pensador refinado que habla a partir de la experiencia y el estudio. Sus palabras son bonitas, habla del dolor y el sufrimiento como instrumento por parte de Dios de la corrección y la enmienda. Elifaz dice a Job: "¿Qué inocente se ha perdido?" (4,7); "Un hombre puede ser más justo que Dios" (4,7). Quiere dar a entender a Job que las calamidades que sufre le han sido enviadas para castigar alguna negligencia que Job desconoce. En consecuencia, Elifaz dice a Job: "Yo de ti me dirigiría a Dios, pondría en sus manos mi causa "(5,8).

Pero Job no admite este planteamiento. No acepta el fácil consuelo de los amigos, ni la invitación a la resignación. Si, como dice el Deuteronomio: "Las palabras de la ley son vida, gracias a ellas viviréis muchos años" (32,47) por qué él, que es un fiel cumplidor de la ley, se encuentra en estas circunstancias ?. Él no pide a Dios que lo rescate de esta situación desgraciada como diría el orante de los salmos. "Vuelve, Señor, sálvame la vida, líbrame por el amor que me tienes" (Sal 6,5). Él quiere saber qué ha hecho, "si he fallado muéstrame en que" dirá más adelante (6,24).

Los amigos de Job no saben entrar en el drama interior de Job que consiste en un choque entre la conciencia de inocencia y el hecho de acarrear el sufrimiento. Elaboran teorías sobre el dolor, pero no se dan cuenta de la realidad y el drama del que sufre. En medio de su profunda crisis, Job no entiende el proceder de Dios, pero sigue siendo un gran creyente y por eso no puede prescindir de Dios, no reniega de él, no lo borra de su existencia, no hace como los ateos, sigue teniéndolo muy presente aunque sea para quejarse, protestar o enfrentarse a él.

Job es el portavoz de todos los que sufren. El libro bíblico que lleva su nombre plantea un nuevo reto a la teología porque tendrá que buscar una tesis que haga compatible el sufrimiento del ser humano inocente con la bondad de Dios.

Domingo 5º durante el año. 4 de Febrero de 2018

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