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Seguramente fue durante el segundo viaje de Pablo (Hch 16,6) y resultado de una estancia en Galacia con motivo de una enfermedad que Pablo tuvo la oportunidad de fundar varias comunidades y predicar en aquella región. En verano del 52, Pablo recibió en Éfeso la información de la llegada a las comunidades de Galacia de unos misioneros judaizantes, opositores suyos que exigían la circuncisión y la consiguiente observancia de las prácticas legales del judaísmo a los cristianos gálatas de origen gentil. Con la carta a los Gálatas Pablo afronta la situación, de ella leemos un fragmento (Gl 3,26-29) en la segunda lectura de este domingo.

La última frase del texto de la lectura litúrgica puede presentar cierta dificultad: "Y vosotros si sois de Cristo, sois descendencia de Abraham y herederos de las promesas". ¿Por qué dice eso Pablo ?; ¿tiene algo que ver con lo que ha dicho: "Todos sois una sola cosa en Jesucristo" ?.

La parte central de la carta a los Gálatas está a 3,1-5,12 y en este discurso Pablo tiene en cuenta dos alianzas, la que Dios hizo con Abraham y la alianza del Sinaí. Son dos acontecimientos fundamentales en la tradición de Israel y admitidos como tales por los oponentes de Pablo. Para los judíos, entre las dos alianzas había una unidad indiscutible, de tal manera que la alianza de Abraham preparaba la alianza del Sinaí. Pues bien, Pablo da un vuelco radical a la interpretación tradicional judía, separa las dos alianzas y les confiere una categoría diferente a cada una. Para Pablo el evento constituyente del pueblo de Israel es la alianza hecha con Abraham basada en la promesa y en la fe. El evento mesiánico cumplido en Jesús enlaza con la alianza con Abraham y es su cumplimiento. La promesa hecha a Abraham de ser padre de un gran pueblo se cumple en Jesús y para la aceptación de la promesa tan sólo es necesaria la fe.

La alianza del Sinaí basada en el don de la Ley y su cumplimiento queda situada en un lugar secundario. Pablo no la considera un elemento constitutivo del pueblo de Israel, es un añadido a la alianza con Abraham. Pablo afirma que si la Ley fuera capaz de otorgar la vida, la salvación y la justificación vendrían por la Ley, pero esto no es así. El ser humano se salva no por el cumplimiento de las obras de la Ley, tal como querrían los misioneros judaizantes llegados a Galacia, sino por la gracia, por la Promesa. En el texto se vislumbra un antes y un después de Jesús. Antes de Jesús, la Ley actuaba como un guardián, como un pedagogo y estaba totalmente orientada hacia Jesús. Llegado este, lo que cuenta es la fe en Él. La Ley no desaparece sino que queda transformada.

La manera de interpretar Pablo la tradición israelita tiene como resultado que sea coherente la existencia de un pueblo mesiánico universal en contra las pretensiones de sus oponentes que se empeñaban en que en el pueblo de Israel los paganos sólo podían acceder a él aceptando la Ley mosaica. El nuevo pueblo mesiánico está integrado tanto por judíos como por paganos, por eso dice el texto: "Ya no cuenta ser judío o griego". Este nuevo pueblo enlaza con la tradición israelita, es heredero de las promesas hechas a Abraham, sobre todo la de ser un gran pueblo. La fe en Jesús lo convierte en heredero de Abraham para que en Jesús se cumple definitivamente la promesa hecha a Abraham. Cuando Pablo afirma que ser de Jesús es equivalente a ser descendencia de Abraham significa que el mesianismo de Jesús inaugura un nuevo pueblo universal donde caben sin distinción judíos y griegos, hombres y mujeres, esclavos y libres personas radicalmente transformadas gracias al bautismo que han recibido.

Domingo 12º durante el año. 30 de Junio ​​de 2019

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