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La experiencia del exilio fue para Israel una experiencia traumática. El exilio establece un antes y un después en la historia de Israel. Muchos pasajes del Antiguo Testamento deben interpretarse a la luz de esta vivencia. La reflexión interpretativa está marcada por la gran pregunta: ¿por qué? qué ha hecho o dejado de hacer Israel que haya pasado por una desgracia tan grande ?. A partir de ahí arranca el gran esfuerzo explicativo: Israel ha abandonado al Señor y ha corrido a lanzarse a los brazos de los dioses de los pueblos vecinos. Este ha sido su gran pecado. La historia de los reyes de Israel y de Judá no es otra cosa que evidenciar el gran pecado idolátrico que ha precipitado Israel a la desgracia del exilio.

Pero después del exilio viene el retorno y aquí es donde entra en escena el papel del gran profeta conocido como Segundo Isaías. De él leemos un fragmento en la primera lectura de este domingo (Is 40, 1-5.9-11). Es el comienzo de su libro y precisamente arranca proclamando que la causa que ha provocado el exilio ha sido eliminada: "Se acabó su servidumbre, le ha sido perdonada la culpa, ha recibido del Señor doble paga por sus pecados". Perdonada la culpa se puede comenzar el camino del regreso.

El poeta se inspira en lo que conoce de Babilonia. Allí los dioses y los reyes eran llevados en procesión por caminos o calles previamente preparados para el evento. Estas procesiones constituían y eran la manifestación visible del poder de los dioses y los reyes sobre los pueblos sometidos. Ahora el Dios de Israel es quien se prepara un camino para manifestar su gloria que eclipsará la de los dioses babilonios. Dios encabeza el camino que debe seguir el pueblo de regreso hacia la tierra que un día Dios le prometió.

El camino físico que deben hacer los exiliados se convierte en símbolo de la vida como camino. El camino puede ser una actitud, una costumbre, un comportamiento. Es un tema muy arraigado en el Antiguo Testamento y que perdurará hasta el Nuevo (Jn 14,6). El camino es el estilo de vida propuesto por Dios a los seres humanos: "Enseña al pueblo los decretos y las leyes, indícales qué camino deben seguir" (Ex 18,20) dirá Dios a Moisés. A menudo al hablar de camino como comportamiento hay una identificación entre camino y cumplimiento de la ley. "Observa los preceptos del Señor, sigue los caminos que él te señala" (Dt, 8,6). En contraposición a esto, la Escritura habla de abandonar los caminos de Dios. Hacer un mal camino, errar el camino son símbolo de mal comportamiento o de un comportamiento que ofende a Dios: "Si desobedecen los mandamientos, os apartais del camino que hoy os señalo" (Dt 11,28).

Otro término lleno de significado que aparece en el texto de hoy es el verbo consolar. Se trata del fortalecimiento del espíritu en una situación sin esperanza. La situación de los exiliados la describe muy bien el libro de las Lamentaciones: "Ninguno de los que la querían no viene para consolarla" (Lm 1,2). Con la promesa del regreso la cosa cambia. Dios, al ofrecer su consuelo, recrea y regala una comunicación con aquellos que se habían apartado de Él. El consuelo rehace una relación truncada. Tal como lo anuncia el profeta, apunta a la parte más íntima de la persona: "Hablad al corazón de Jerusalén" (v.2). Es un consuelo que no se queda en palabras bien intencionadas, sino que se hace auténticamente realidad. El consuelo revierte la situación de tristeza y opresión del exilio y abre a la experiencia de la bondad y el amor de Dios porque, como dice el libro del Éxodo (34,6): "El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor ".

Domingo 2º de Adviento. 10 de Diciembre de 2017

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