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En la segunda parte de la obra de Lucas, el libro de los Hechos de los Apóstoles, se encuentran dos resúmenes (2,42-47 y 4,32-35) que describen la vida de las primeras comunidades cristianas. Las relaciones entre quienes formaban parte de esas comunidades parecen estar lejos de cualquier desavenencia. Pero esta situación tan ideal no encaja con la noticia que Lucas nos da en el texto que leemos en la primera lectura de este domingo (Hch 6,1-7). Los creyentes de lengua griega, helenistas, se quejan de los de lengua hebrea, el motivo: la desatención de las viudas. Cuál de las dos situaciones tiene más probabilidad de ser histórica? Ateniéndonos a los pretendidos controles de la iglesia de Jerusalén sobre la de Antioquia (Hch 11,19-26) y en las tensiones entre ambas descritas en el capítulo 15, todo indica que tensiones y enfados las hubo desde el principio. No se trata simplemente de una cuestión de hablas diferentes, sino de dos corrientes de pensamiento bien diferenciados: los de habla hebrea defensores de conservar los lazos con el judaísmo, los de habla griega abiertos a integrar al proyecto de Jesús creyentes no judíos provenientes del paganismo.

Se trataba realmente de un reparto de tareas? Los doce dedicados a la oración y al servicio de la palabra y los hombres escogidos como una especie de ayudantes (hoy diríamos voluntarios). Pronto se verá que no. Esteban, el primero del grupo, lo veremos, a continuación (6,9-10), discutiendo con los de la sinagoga y hablando con la sabiduría y la fuerza del Espíritu. Más adelante, Felipe hará una sesión de catequesis con posterior conversión al tesorero de la reina de Etiopía (8,26-40). También los siete, pues, se dedican a la predicación. Si, como vemos, el reparto de tareas no es el problema, ¿cuál es la cuestión?. Sencillamente la institución o el nombramiento de unos cabezas visibles de la iglesia de habla griega. Sin dirigentes, la iglesia de habla griega, los helenistas, se veían desprotegidos en la defensa de sus derechos y lo muestra la vulnerabilidad del colectivo es débil del grupo: las viudas.

Lucas informa de que, incluso, sacerdotes habían aceptado la fe (v.7). En tiempos de Jesús había en Israel más de 8.000 sacerdotes. Evidentemente, sólo un grupo reducido formaba parte del aristocracia sacerdotal que gozaba de los ingentes beneficios que generaba la actividad del templo de Jerusalén y que fue la que tuvo responsabilidad en la muerte de Jesús. Los sacerdotes esparcidos por todo el país estaban organizados en 24 secciones y se turnaban para atender las necesidades del culto del templo de Jerusalén. Las funciones sacerdotales exigían la dedicación de unas cinco semanas al año, el resto del tiempo los sacerdotes vivían en su casa. Los diezmos y las ganancias por ser sacerdotes no daban para vivir y se veían obligados a ejercer algún oficio que aumentara sus ingresos. El sacerdote local era el que declaraba puro un leproso, ejercía ciertas funciones judiciales a nivel local y algunos, por su formación de escribas, actuaban en los actos de la sinagoga sobre todo en cuanto a la interpretación de la ley.

Esta actividad les hacía conocedores de la realidad que vivía el pueblo, creaba un estilo de sacerdote cercano a las alegrías y miserias de la gente, lo que los convertía en personas más permeables y en posibles receptores del mensaje de Jesús. A todo ello hay que sumar una cierta animadversión hacia la aristocracia sacerdotal que gozaba de unos privilegios de los cuales ellos estaban privados. Seguramente Lucas con la mención de los sacerdotes quiere hacer caer en la cuenta de la capacidad de penetración del mensaje de Jesús que llega hasta estratos sociales, a primera vista, inimaginables.

Domingo 5º de Pascua. 14 de Mayo de 2017

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