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Un fragmento más de la parte final del discurso del pan de vida, que forma parte del capítulo sexto del evangelio de Juan (Jn 6,51-58), leemos en el evangelio de hoy. Por el tono marcadamente eucarístico de este discurso resulta adecuado para ser leído en la festividad del cuerpo y la sangre del Señor. El autor se vale de un recurso, empleado también en otros lugares del Evangelio, consistente en introducir personajes, que formulan intervenciones o preguntas, que tienen la finalidad de insertar nuevos temas, señalando a la vez las diferentes partes o etapas del discurso. "Maestro, ¿cuándo has llegado" (v25); "¿Qué señal haces? (V.30); "Señor, danos siempre de ese pan" (V34). "No es éste el hijo de José?" (V.42). "¿Cómo puede éste darnos su carne?" (V.52). Como se puede comprobar el texto que nos ocupa gira en torno a esa pregunta, que marca la parte final del discurso, la más densa teológicamente y la más enérgica con respecto a la invitación a participar en la comida eucarística.
Jesús establece una equivalencia entre el pan y su carne. Cinco veces en boca de Jesús aparece la palabra carne. Juan usa la palabra griega "sarx" a diferencia de los relatos eucarísticos de los sinópticos que usan la palabra "sôma", habitualmente traducida por cuerpo. En el trasfondo de los dos términos está la palabra hebrea "basar", carne. En el contexto de este discurso, carne no tiene el sentido peyorativo que tiene en Pablo, donde carne aparece contrapuesta a espíritu (Rm 8). Tampoco debe entenderse en el sentido de una antropología dualista que separa alma y cuerpo, donde carne haría referencia al cuerpo. Aquí carne se refiere a la totalidad de la persona, el yo entero, tanto la parte material, como su interioridad, psicología, voluntad, libertad. En la cultura judía la expresión: "comer la carne, beber la sangre" tiene una gran fuerza de provocación porque comer un muerto era un castigo (Lv 26,29) y beber sangre era un acto totalmente impuro (Lv 17,14). El hecho de que Juan haya escogido este término impactante responde a la voluntad de hacer frente a las teorías docetas y gnósticas que veían en la parte material de la persona una realidad negativa y rechazaban la humanidad de Jesús. Veían su cuerpo una apariencia, una realidad virtual.

La carne separada de la sangre, el pan partido o el cuerpo troceado para poder ser comido son una referencia escondida, no evidente, a primera vista, a la muerte de Jesús. Muerte asociada a su resurrección porque el Jesús que se da a la Eucaristía es el Jesús muerto y resucitado. Si no fuera así, sería un Jesús descabezado, le faltaría algo.

El texto litúrgico termina con una clara referencia al maná. Ha habido otros a lo largo del discurso. El maná es el ejemplo a partir del cual los oientes judíos pueden entender el salto que representa la eucaristía cristiana. La comida emblemática del Antiguo Testamento deja paso a la comida de la comunidad cristiana. Al igual que la carne de Jesús, el maná es un don regalado, que viene de Dios. Tanto el maná como Jesús vienen del cielo, son don gratuito y generoso; no hay condiciones para recibirlo y con él no se puede mercadear. El maná era la señal visible de la protección de Dios para el pueblo de Israel; ahora la protección de Dios, que se dirige no sólo al pueblo de Israel sino sobre todo el mundo, es el don del pan-carne de Jesús. Sin el maná el pueblo de Israel no podía vivir en el desierto. Sin el don de Jesús, su pan, su carne y sangre es imposible que sobreviva la comunidad cristina ni que consiga la vida verdadera.

Festividad del cuerpo y la sangre de Cristo 22 de Junio ​​de 2014

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