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LA FE MÁS QUE LA LEY

Las segundas lecturas de los domingos de cuaresma se caracterizan porque en todas hay una referencia al hecho de la muerte y resurrección de Jesús, como fundamento de nuestra salvación. Así ocurre en la de este domingo (Rm 10, 8-13) donde dicha referencia se nos presenta en un texto complejo y enrevesado.

Pablo escribe a los romanos, una comunidad que él no ha visitado y se propone hacerlo. Es de suponer que los cristianos de Roma conocían y quizás se relacionaban con la comunidad judía de aquella ciudad. Y, ¿quién descarta que algunos cristianos hubieran surgido precisamente de entre los judíos de Roma? Si esto es así, todo lleva a pensar que Pablo se planteara la validez de la Escritura (para los primeros cristianos la Escritura es el Antiguo Testamento) frente a la fe y su confesión de la muerte y resurrección de Jesús, en tanto que fundamento de la salvación. Pablo tuvo que resolver personalmente esta cuestión y debía preocuparle profundamente. De formación farisaica tenía un elevado conocimiento de la Escritura y se preguntaba qué valor mantenía esta después del hecho Jesús.

Pablo está convencido de que Dios ha escogido Israel para ser su pueblo y otorgarle su favor y protección. Él ve que algo ha fallado, pero Dios no puede fallar, por lo tanto el que ha fallado debe ser Israel. En unos versículos antes del texto que nos ocupa, Pablo afirma que Israel escogió su propio camino, sin reconocer que Jesús es el término de la ley.

Esta contraposición de Jesús y la Ley es la que está en juego en la lectura de hoy. Pablo parte de un texto del Deuteronomio, que habla de valor de la ley interiorizada, al estilo de la predicación de Jeremías (31,33). Debe estar en los labios y en el corazón, es decir, proclamada y creída, dado que el judío cree en la capacidad de salvar de la ley (Lv 18,5). A esta ley, Pablo contrapone el credo más antiguo y más concentrado de las primeras comunidades cristianas: "Jesús es el Señor". Con un nombre hebreo y otro griego, muy útil cuando se trata de establecer una universalidad de judíos y paganos, esta fórmula contiene los ingredientes más esenciales, que posteriormente se ampliarán en las fórmulas de fe, que ahora proclamamos nosotros. Jesús habla de la realidad histórica: hechos, milagros, predicación y muerte. Señor es el término con que los judíos, al leer la Escritura, sustituían la pronunciación de Yahvé, el nombre de Dios. Por lo tanto Señor afecta a la condición divina de Jesús, proclamada a partir de la convicción de que el crucificado es también el resucitado. Pablo aplica, pues la cita del Deuteronomio al evento de la muerte y resurrección de Jesús y aplicándola la invalida, dado que lo que en realidad salva es la muerte y la resurrección de Jesús y no la creencia y proclamación de la Ley .

Si no salva la Ley, sino Jesús, porque él es, al fin y al cabo, el término de la Ley, todos, judíos y paganos, estan en igualdad de oportunidades ante la salvación. Los méritos de elección de Dios y cumplimiento de la Ley poco aportan a los judíos. Y aquí es donde quiere ir a parar Pablo para dejar claro, ante una comunidad formada por judíos y paganos, que la salvación que ofrece Jesús es universal.

Esta universalidad queda resaltada en el texto de la lectura de hoy con la aportación de dos citas del Antiguo Testamento: "Ninguno de los que creen en él será confundido" (v.11) y "Todos los que invoquen el nombre de Señor se salvarán " (v.13). Son dos adaptaciones de Is 28,16 y Jl. 3,15. de las que Pablo quiere aprovechar su tono universalista. Ni judíos ni paganos pueden salvarse al margen de Jesús, desde ahora único camino de salvación. No queda otra opción que la de creer en él y confesarlo.

1er domingo de Cuaresma

17 de Febrero de 2013

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