Pasar al contenido principal
El relato del bautismo de Jesús del evangelio de Marcos es breve, conciso y muy parecido al de los restantes sinópticos. Mateo añade la discusión sobre la conveniencia o no que Jesús sea bautizado y Lucas señala que todo el pueblo se hacía bautizar y la oración de Jesús. El relato está presente también en el evangelio de Juan, que toma una forma bastante diferente a la de los sinópticos, lo que prueba el alcance que los cuatro evangelistas dan al evento.
El escenario tiene su importancia. El desierto es el lugar donde Israel, según los libros del Éxodo y Números, vive una estancia larga para adquirir la conciencia de ser el pueblo elegido por Dios, a fin de poseer la tierra de Israel. Es el lugar de encuentro con Dios, que le concede el don de la Ley, pero es también el lugar de la tentación y de la prueba; también es el refugio para los revoltosos y el lugar donde se organizan los movimientos de liberación mesiánicos. Marco sitúa Juan y Jesús en el desierto, lugar de la marginación, alejado de la vida normal de la gente y, sobre todo, distanciado del templo, el baluarte de la religiosidad de Israel, el lugar del culto oficial y guardián de la ortodoxia de la Ley. El otro lugar teológicamente significativo es el río Jordán. Las aguas del Jordán se separan a fin de que lo puedan atravesar los profetas Elías y Eliseo y, a continuación, Eliseo recibe el espíritu profético a fin de poder iniciar su misión (2Re 2). Es el lugar donde Naamán, recibiendo el bautismo, reconoce la bondad del Dios de Israel (2Re 5), pero, sobre todo, el paso de Jordán marca la entrada del pueblo de Israel, de la mano de Josué, en la tierra prometida. Jesús mesías de Israel, en las antípodas de la oficialidad religiosa, hace su entrada en la tierra atravesando el Jordán.
Juan, a diferencia del cuarto evangelio (Jn 1, 26-30), no dice quién es Jesús en el momento en que Jesús se hace bautizar por él. Esto está en consonancia con lo que ocurrirá en el evangelio, donde Jesús no quiere que su identidad se descubra al margen de su muerte en cruz. Será la libertad del receptor del mensaje que deberá averiguar paulatinamente esta identidad y en consecuencia hacer su opción.
El deseo que tiene el Tercer Isaías (63,19) de ver el cielo abierto, muestra que la llegada de unos tiempos nuevos, se cumple en los cielos que se abren para que el Espíritu Santo descienda sobre Jesús. Jesús sube y el Espíritu baja. Que Jesús es el enviado de Dios esconde que el hombre Jesús hace una experiencia del Espíritu que sube hacia Dios. Al hablar de que Jesús sube, Marcos nos recuerda esta experiencia de Jesús. Jesús sube, el Espíritu baja. Unión de dos espacios míticos, la tierra y el cielo, que, según el lenguaje mitológico universal, sólo encuentran sus puntos de unión en los símbolos del árbol, la montaña y la columna. Jesús y el Espíritu realizan la unión del cielo y la tierra, el espacio de los hombres y el espacio de Dios, sin la necesidad de árboles, montañas o columnas.
Marcos se vale de la imagen de la paloma para hablar del Espíritu. Podemos ver una referencia al Antiguo Testamento que habla de la paloma que sale del arca de Noé (Gn 8,11) y que llevando en el pico el brote de olivo se convierte en símbolo de la creación que renace y rebrota. La paloma, contrapuesta al águila imperial de las legiones romanas, emblema del poder y la prepotencia, marca el estilo del mesianismo de Jesús impregnado de humildad y sencillez. Con el descenso del Espíritu sobre Jesús, comienza un tiempo nuevo, una realidad definitiva. Jesús hace el paso de las purificaciones preparatorias a la experiencia mesiánica (bautismo de Juan) a la experiencia mesiánica radical.
Bautismo de Jesús. 11 de Enero de 2015

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.