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Los escenarios donde se ha desarrollado el Atrio de los gentiles —Museo Nacional de Arte de Cataluña, Institut d’Estudis Catalans, Universidad de Barcelona y basílica de la Sagrada Familia— han sido escogidos con suma coherencia tanto teniendo en cuenta el eje general «Arte, belleza, trascendencia» como por el hecho de ser ámbitos significativos de apertura y de encuentro entre todos los que practican el diálogo. Los cuatro espacios, por su naturaleza, han sido, son y serán dinamizadores del diálogo. Por la relevancia contemporánea de la universidad, una vez celebrado el Atrio de los gentiles, será necesario ganar terreno y compromiso para seguir favoreciendo y consolidando este diálogo que ya viene de lejos. En el contexto catalán se vislumbran claramente algunos retos.
El primero consiste en el análisis de la posible integración de la Facultad de Teología de Cataluña en una universidad o, al menos, la capacidad de establecer vínculos operativos y más profundos con las universidades para dinamizar el diálogo fe-cultura. El segundo, tomar conciencia de las oportunidades que ofrece la realidad universitaria actual —por ejemplo, las tendencias metodológicas o el interés por la integración de los saberes, y también, las de la cultura contemporánea en su importante sensibilidad por todo lo relacionado con el diálogo. El tercero, la creación de medios específicos de diálogo fe-cultura en el interior de las universidades (observatorios, publicaciones, coloquios, seminarios, conferencias, grupos de trabajo, etc.). La no estigmatización de los valores emergentes desde una actitud crítica, la interpretación de las nuevas realidades, la detección y el aprovechamiento de intereses compartidos —como el problema antropológico, la pregunta por el sentido y la búsqueda de la verdad, la preocupación ética o las aportaciones del conocimiento en la mejora de la sociedad, etc.—, suponen un cuarto reto. Al mismo tiempo, el fomento del diálogo implica, necesariamente, el cultivo y el crecimiento de la propia identidad y el respeto por la identidad de los pueblos y las culturas. Afrontar, pues, la universidad como espacio educativo de maduración de la identidad. El sexto, una mayor conciencia de la continuidad y la coordinación de la labor ya iniciada y desarrollada por las escuelas cristianas y por la enseñanza de la religión en el segmento de la educación formal obligatoria. Finalmente, el hecho de entender que antes de ejercitar un diálogo fe-cultura abierto al mundo y a los saberes, se necesita una formación básica y transversal, es decir, una cultura educativa, ciudadana y personal en el ámbito universitario que configure un estilo de ser y de actuar. En efecto, el diálogo requiere un aprendizaje y, con creces, el diálogo fe-cultura. Por otro lado, no podemos olvidarnos de buscar instrumentos para evaluar con rigor las diferentes iniciativas.

Publicado en Catalunya Cristiana, edición 1705, de 27 de mayo de 2012, p. 14.

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