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Durante el tiempo pascual, la primera lectura de las eucaristías dominicales recoge textos del libro de los Hechos de los Apóstoles, a diferencia del resto del año que se leen textos del Antiguo Testamento. Este domingo la lectura narra la segunda comparecencia de los apóstoles ante el sanedrín judío (Ac 5,27b-32.40b-41), episodio insertado en un bloque más amplio que comprendería del versículo 17 hasta el 42 del capítulo 5. El intento global es mostrar que, a pesar de las adversidades, la predicación de la Palabra de Dios avanza.
“Llenasteis Jerusalén con vuestras doctrinas" (v.28). La censura del sanedrín es a la vez un reconocimiento del éxito de la misión de los apóstoles. No "Hierosoluma", sino "Ierousalem". Lucas hace distinción de los dos nombres. "Hierosoluma", nombre civil sin ninguna connotación simbólica. Jerusalén centro religioso del judaísmo. Los apóstoles han infestado el centro neurálgico de la religiosidad judía con la predicación del mensaje de Jesús. Han conseguido gran éxito y así se ha cumplido la primera fase de la predicción de Jesús: "Recibiréis una fuerza que os hará mis testigos en Jerusalén ..." (1,8).

El plato fuerte de la lectura litúrgica es el discurso de Pedro ante el sanedrín. Comienza diciendo que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (V29). Con esto defiende que la predicación de los apóstoles tiene su origen en un mandato de categoría divina e, indirectamente, recrimina que el sanedrín -aunque tiene la pretensión de hablar en nombre de Dios- son ellos el que no obedecen a Dios, porque si lo hicieran se habrían dado cuenta que tanto en la muerte y resurrección de Jesús, como en la predicación de los apóstoles actúa el poder de Dios.

Pedro sigue diciendo: "El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús" (v.30) .El Dios de Pedro y el Dios de los sacerdotes y del sanedrín es el mismo. El Dios de nuestros padres es el agente de la resurrección de Jesús. En la resurrección de Jesús no ha actuado un Dios extraño, que vete a saber de dónde ha salido. Es el mismo Dios que reconocen los dirigentes de Israel, el que viene actuando a favor de Israel desde la creación del mundo. La resurrección de Jesús se inscribe en el proyecto global que Dios tiene sobre su querido pueblo de Israel.

"Jesús, que vosotros matasteis colgándolo de un madero" (v.30). Pedro formula una clara acusación contra los sacerdotes y el sanedrín de haber asesinado el Mesías de Israel. En el evangelio, Lucas introduce pistas que conducen hacia esta afirmación: Pilato no encuentra fundamento para condenarlo (23,14); uno de los condenados dice que este no ha hecho nada malo (23,41) y el centurión afirma que era inocente (23,47). El que pretendían que fuera un maldito de Dios por el hecho de haber sido colgado en una cruz, resulta que ahora Dios le exaltó y le ha sentado a su derecha como príncipe y salvador. El salvador que Dios había prometido al pueblo de Israel, este es Jesús.

Pedro limita al ámbito de Israel el beneficio de la salvación. El objetivo de la exaltación es el arrepentimiento de Israel y el perdón de los pecados, pero Jesús había dicho que el perdón iba destinado a todas las naciones de la tierra (Lc 24,47). Esta vez Pedro no habla lleno del Espíritu Santo. Cuando lo hace - fijémonos en el discurso de la primera comparecencia (4,9-12) - el alcance de la salvación se mueve en un campo mucho más universal: "La salvación no se encuentra en nadie más, porque, bajo el cielo, Dios no ha dado a los hombres otro nombre que pueda salvarnos ".
Domingo 3º de Pascua 10 de Abril de 2016.

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