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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
Tiziano, Tintoretto y Bartolomeo Manfredi reflejan la violencia que Caín ejerce sobre su hermano Abel. En las pinturas de estos tres autores, Caín domina la escena, se encuentra en la parte superior de los lienzos, amenaza de muerte a Abel, que no consigue desembarazarse de la agresión. Esta agresión podría ser una más entre las que se han producido a lo largo de la historia, pero adquiere un valor simbólico al ser la primera que, además, acaba en muerte. Se convierte en referencia de todas las luchas fratricidas. Caín, primogénito y agricultor, es hermano de Abel, pastor. La comparación, los celos… surgidos de una mirada. Dios acoge la ofrenda de Abel, pero no abandona a Caín, que se irrita sobremanera. Se trata de invitarle a un cambio de vida y a verse a sí mismo sin necesidad de compararse. También él podrá ser bien recibido. Pero sucumbe a sus celos y a la envidia que le corroe. Triunfará si elimina a su hermano, porque así ya no se sentirá perdedor. En vez de aceptar los hechos, en vez de esforzarse por mejorar su situación, acaba con la vida de su hermano y así empieza su vida errante. Su hermano desaparece de su vista, pero se le clava en el corazón y en la memoria.
¡Cuántas veces se ha repetido esta historia! Las luchas fratricidas están a la orden del día. Algunas veces vuelven al primer plano. El fomento sistemático del odio y de la envidia, la comparación continua con los demás, el predominio de la fuerza sobre la bondad… mueven a nuevas peleas y a nuevos fratricidios. Existen intereses bastardos. No se busca la armonía ni la aceptación incondicional del otro, sino la sumisión a cualquier precio. Se utilizan todos los medios, éticos o no, para conseguir el objetivo. Se sustituye el diálogo por la imposición. El lema: derrotar al adversario y vencerlo. No hay otro camino.
El engranaje se ha puesto en funcionamiento. Los poderes fácticos, las élites extractivas, han tomado una decisión: eliminar al adversario, someterlo, dominarlo, oprimirlo. Contribuyen los emporios mediáticos. No se tiene cintura, sino inflexibilidad. Todo vale. La mentira, el fomento del odio, la calumnia… Hay que matar a Abel. Caín no tenía otra obsesión. No se piensa en el futuro. El odio ciega y no permite ver más allá. El futuro será errante, pero no importa. La envidia, los celos… exigen víctimas inmediatas. Se prefiere tener un esclavo que un hermano. No se quiere conocer lo que piensa. Yo pienso por ti. Si tú existes, reaparece la comparación. Así no se vive. Muerte a la diferencia. Pensamiento único. La democracia, para algunos, es una mueca sin sentido. Detentan el poder, pero han perdido la autoridad.
No hay que caer en la trampa. Es indispensable respetar a la gente y denunciar las injusticias. Abrir horizontes de grandeza. Caer en la violencia no resuelve ningún problema. Lo agrava. Poner la otra mejilla significa romper el esquema de los agresivos y seguir considerando a cada persona como hermano.
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