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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
La pregunta del papa Francisco resuena con claridad en el interior de la Catedral de San Sebastián de Río de Janeiro, abarrotada de argentinos, así como en el exterior donde se agolpan más de 30.000 jóvenes bajo la lluvia: “¿Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud?”. La respuesta, sorprendente: “Espero lío. Que acá adentro va a haber lío, va a haber. Que acá en Río va a haber lío, va a haber. Pero quiero lío en las diócesis”. Las jornadas no se reducen a una semana. Tienen consecuencias. Si no llegan a las diócesis, no sirven para nada.
¿Cómo interpretar el significado de la palabra lío? Acudo a las traducciones de este discurso que publica la web del vaticano: bruit (francés), noise (inglés), chiasso (italiano), barulho (portugués) y Wirbel (alemán). Es decir, alboroto, ruido, bullicio, torbellino… Todo esto no sólo en las JMJ, que queda muy bien, muy televisivo. En la vida cotidiana, en las diócesis.
Se trata de no quedar encerrados en una burbuja, sino de salir a la calle. La mundanidad, la instalación, la comodidad, el clericalismo… dificultan la misión. La orientación es nítida: “Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir”. Son medios para un fin, pero tienden a convertirse en un fin en sí mismas. El alma apostólica se debilita. El Papa es consciente de lo que dice, pero no se echa a atrás: “Que me perdonen los obispos y los curas, si algunos después les arman lío a ustedes, pero.. Es el consejo”.
Las instituciones necesitan gobernantes. Las comunidades cristianas, animadores. Los obispos y los párrocos no pueden abdicar de la animación para centrarse en el gobierno. Es la tentación contenida en la dinámica institucional. El gobierno tiende a la lejanía, al aislamiento, al síndrome del palacio, a pontificar. La animación implica meterse entre la gente, tener olor de oveja, escuchar el latido de las personas. Los criterios mundanos buscan el poder, el dominio, el prestigio, el dinero… Jesús no se doblega ante ellos y estimula a sus discípulos a otro estilo de vida: “No sea entre vosotros así” (Lc 22,26). El Papa es coherente con lo que predica. Mantiene su residencia en la casa Santa Marta para estar cerca de la gente, para no quedar secuestrado y ser inaccesible. El papamóvil, para desespero de los servicios de seguridad, ya no sirve. El peligro es evidente. Siempre puede haber un loco que dispare. Querer atajar todos los riesgos aisla. Guiarse por la prudencia, pero no por el miedo.
Las diócesis, las parroquias… ¿prefieren la paz de los cementerios o la vida de las plazas públicas? Los consejos diocesanos o parroquiales, ¿son organismos para impulsar la vida de las comunidades cristianas o reuniones donde se valora más el silencio que la participación? ¿Se pone el acento en la sumisión o en la corresponsabilidad?

Todo ello, unos y otros, desde la fe en Cristo. Una fe que no sea licuada. Una fe sólida.

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