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Por Francesc Riu i Rovira de Villar .

Los que seguimos con interés los pasos del papa Francisco no logramos digerir las sorpresas que nos depara su espontaneidad. Cuando aparta los ojos de los papeles y deja que el corazón se exprese, hay que estar preparados. La sorpresa puede ser mayúscula. Es lo que sucedió el lunes pasado, al dirigirse a los que participaban en un Congreso de la diócesis de Roma. En esta ocasión el Papa recordó de nuevo que la Iglesia debe salir a las periferias existenciales, tanto las de la pobreza física y real como las de la pobreza intelectual, que, según dijo, también es real. Y allí, fuera de la Iglesia, hay que sembrar la simiente del Evangelio, con la palabra y el testimonio.

Para que los que le escuchaban entendiesen bien qué quería decir, dejó a un lado el papel escrito y se refirió a la imagen evangélica del corral de las ovejas, recordando el pasaje del buen pastor. Procuro ser fiel a sus palabras.

“Os diré una cosa. Es muy hermoso el pasaje del Evangelio que nos habla del pastor que, cuando regresa al corral, se da cuenta de que ha perdido una oveja; deja las noventa y nueve en el corral y se va en busca de la oveja extraviada. ¡Era una oveja! ¿Qué hacemos nosotros? ¡Nosotros tenemos una sola oveja y se nos han extraviado noventa y nueve! Tenemos que salir del corral, ¡debemos ir en busca de las ovejas que hemos perdido! No nos engañemos: en nuestro mundo de hoy, solo tenemos una oveja, somos una minoría. ¿Cómo no sentimos el fervor, el celo apostólico para salir del corral e ir en busca de las noventa y nueve? Tenemos una gran responsabilidad, y hemos de pedir al Señor la gracia de la generosidad y el valor de la paciencia para salir y anunciar el Evangelio a todos. Nos falta audacia para salir de nosotros mismos, de nuestra comunidad e ir allá donde los hombres y las mujeres vive, trabajan y sufren, y anunciarles la misericordia del Padre que se manifestó a la humanidad en la persona de Jesús de Nazaret”.

Estoy seguro de que, cuando el papa Francisco publique su primera encíclica en la clausura del Año de la fe, tendremos muchas sorpresas. Va a decirnos cómo él concibe la acción evangelizadora de la Iglesia en nuestro mundo. Si acogemos su mensaje con radicalidad, muchas cosas tendrán que cambiar en el modo de ser y de hacer de nuestras comunidades cristianes. ¿O no?

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