Quisiera hacer una reflexión acerca de las actitudes concretas en las que estos valores se traducen para los voluntarios.
Respeto
Para los voluntarios el respeto se traduce en cuidar con TACTO y DISCRECIÓN, es decir, desarrollar la capacidad de no intervenir en la vida de los usuarios más allá de la exacta medida en que esta intervención es deseada y demandada.
Por tanto, han de escuchar siempre, no provocar confidencias, no indagar en la vida de los demás. La persona que está sola y necesitada, casi siempre desea comunicarse, pero a nadie le gusta que le investiguen. El voluntariado descubre que en el mundo del sufrimiento no se entra avasallando, sino con delicadeza. El Respeto requiere desarrollar la capacidad de escuchar y la paciencia. En determinadas situaciones las palabras no sirven; al contrario molestan. Esto ocurre, por ejemplo, cuando una persona ha recibido un diagnóstico desfavorable o está sufriendo por un dolor físico, o vive una pérdida imprevista. Son momentos cargados de dramatismo. El sufrimiento exige respeto no sermones. Una presencia silenciosa, un gesto de apoyo o de afecto, pueden expresar más que cualquier palabra. Escuchar requiere manejar los silencios y ser paciente. Tener paciencia es un modo de amar y de cuidar.
Acompañando a los usuarios corremos el riesgo de pretender que caminen a nuestro paso, en lugar de adaptarnos al suyo. Si se lamentan, nos molestan, si están tristes nos inquietan, si repiten la misma historia varias veces nos irritan. Ayudar a alguien significa tener paciencia con él. La actitud paciente no se reduce a mero aguante. Significa ajustarse a los ritmos naturales. Es paciente el que sabe adaptarse al ritmo de otras personas.
Responsabilidad
La Responsabilidad en el voluntariado parte de la propia vivencia de la gratuidad. Los voluntarios saben que la gratuidad no les exime de responsabilidad y que el acompañamiento que realizan es responsable cuando:
- Se forman para acompañar bien, evitando crear dependencia y huyendo del paternalismo.
- Asumen el compromiso adquirido y avisan si no pueden acudir porque saben que les están esperando y en esa espera no sólo está la consecución de una actividad, sino todo un mundo emocional
- Asumen la confidencialidad con la misma responsabilidad que los profesionales.
Calidad
La Calidad parte de comprender que el voluntariado ya no quiere sólo “hacer el bien” desde la buena voluntad sino “hacerlo bien” desde la formación que es condición indispensable para un adecuado acompañamiento.
En este sentido el valor de la calidad no puede permitir un dilema entre actitud de compromiso por un lado, y preparación profesional por otro, como si fueran los polos de una contradicción; o entre carisma y entrega desinteresada por un lado, y trabajo planificado y gestión por otro.
En el trabajo del voluntario no puede existir una tensión esquizoide entre su cabeza, su corazón y sus manos. El reto de la Calidad de la acción voluntaria, es el reto contra la frivolidad, la intuición y la suficiencia de la buena voluntad, contra el activismo y la repetición mimética de lo mismo porque nos falta imaginación, preparación y coraje para cambiar o innovar.
Espiritualidad
Los voluntarios con su presencia cuidan a los usuarios. Cuidar es una tarea ineludiblemente humana y lo es porque a través de ella se cuece la cuestión del sentido de la existencia. Lo esencial se encuentra siempre en las relaciones humanas, en la disposición que uno tenga frente al otro, y frente a sí mismo cuando el otro entra en su vida, porque inevitablemente le va a afectar, en la apertura del pensamiento y del corazón ante la diferencia, ante lo que desborda y crea inseguridad y miedo.
Immaculada Merino, responsable provincial de voluntariado.