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Por La puntada .

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(M. Lluïsa Geronès) Este es el testimonio de una mujer marroquí, que se quiere mantener en el anonimato, y que tiene el valor de resumir la situación de tanta gente. Luisa Geronès, que atiende desde Àkan estas realidades tan duras, nos ofrece este escrito redactado desde la perspectiva y la voz de la protagonista.

Toda la noche hemos llorado los dos. No tenemos nada. Y desde que perdimos el Pirmi, si no llega a ser por vosotros, el único camino posible era volver rápidamente a Marruecos, porque no tenemos nada, absolutamente nada. ¿Cómo comer, cómo pagar el piso, cómo sobrevivir aquí, en este país , si no tienes nada? Pero, volver, renunciar, cuando toda tu vida se ha arraigado en otro lugar, cuando no tienes nada en el país donde naciste, cuando tienes hijos, nacidos aquí, y los quieres por encima de todo, ¿cómo hacerlo ? Ya sabes, de siempre, que no me es fácil tomar decisiones, y que, cuando hay hijos, aún lo es menos.

Perdimos el Pirmi de una manera que me cuesta entender. Hace tiempo que nos cambiamos de pisoya que tuvimos que alquilar un piso más barato. Todas las cartas me llegaban al piso nuevo, y, de repente, Dios sabrá porque, una carta llegó a la antigua dirección y nadie me la dio. Decía la carta que tenía diez días para presentar unos documentos, y los diez días pasaron. Me llamó la asistenta social, fui y me dijo que por qué no había presentado los documentos: fue entonces cuando me enteré que me habían enviado una carta. El Pirmi ya no se cobró. Era el mes de enero. Lo presentamos todo y se reactivó, pero cobrar no, me dicen que no tienen dinero. Lo voy a pedir constantemente, pero siempre me dicen que todavía no.

Y ya ves, pedimos ayuda a la familia; la familia, tan pobre como nosotros, también tiene problemas para vivir. Pedí ayudas donde pude, pero todo el mundo debe pedir y no es fácil conseguir ninguna ayuda, sólo vosotros habéis respondido a mi llamada. Y comemos y pagamos el alquiler y los servicios gracias a vosotros. Si no llega a ser por vuestra ayuda, hubiéramos acabado viviendo en la calle. Pero, ¿hasta cuándo podremos aguantar? Tenemos miedo, miedo de todo: miedo a que nos digáis que ya no nos pueden dar nada, miedo a no poder comer, miedo que nos tiren a la calle, miedo de tener que buscar el dinero para volver, miedo de volver a nuestro país y no tener nada, nada, porque no tenemos ni casa ni posibilidades de trabajo; ya sabes que el marido tiene dificultades de salud. Y vivimos con una angustia que convierte el vivir de cada día en una pesadilla.

El padre trabajó veinte años aquí, y nosotros subimos a esta tierra, y era mi tierra; no quería vivir en ningún sitio más: eran mis calles, mi gente. Cuando regresaba por vacaciones a Marruecos siempre tenía ganas de volver aquí. Marruecos es mi país, sí, pero todo lo que es fundamental de la vida lo he vivido en otro lugar. Aquí tengo amistades, gente en quien confío, que me ha ayudado a entender la vida y a afrontarla. Y aunque siempre hemos sido pobres, era mi casa. Y, de repente, he perdido la casa, este país que me acogió, este país donde había hecho de voluntaria, incluso, de su lengua para que otros la aprendieran. No tengo posibilidades de seguir viviendo aquí, salvo que alguien lo remedie.

Tendremos que irnos, mis hijos perderán la educación, quizás la única solución será ir a vivir lejos de las ciudades, en algún lugar con muy pocos servicios. Me espera un vivir recluida entre cuatro paredes, yo que, como mujer , aquí, había aprendido y descubierto todo un mundo; para mis hijos la mínima educación en una escuela deficitaria en todo, quizás ni el acceso a la sanidad, la posibilidad de comer un poco cada día al precio de no tener ningún futuro.

Yo quisiera poder trabajar; hace tiempo que busco trabajo y no encuentro. Un día, incluso, llegué a soñar que trabajaba, y que éramos felices. Felices quiere decir poder pagar el alquiler, el gas, el agua, la luz, la comida, que los niños puedan ir al colegio, que si están enfermos, los puedan curar y de vez en cuando poder tener una fiesta familiar. No mucho para según quien lo mire, ¡pero tan grande para nosotros! ¿No podría haber alguien que nos ayudara? ¿Tú sabes cuándo podrán reactivar los PIRMI, sabes si realmente no lo volveremos a cobrar nunca más? ¿Con quien podríamos hablar? ¿Qué podríamos hacer? ¿O todo ya está perdido? ¿Qué ha pasado? Yo pensaba que este país era diferente. Cuéntame por qué pasa todo esto. ¿Quién toma las decisiones? ¿Saben lo que es la pobreza? No quiero inspirar lástima, sé cómo molestan las cargas, sentir que no te quieren, la vida no es nada fácil. Quisiera la discreción, la humildad, no me gusta el ruido, sólo la sencillez del vivir. Me gustaría ganarme la vida normalmente, dignamente. Me siento mal, con mareos, como si fuera a caer, a veces pienso que acabaré mal psíquicamente, tengo miedo por mis hijos ... Pienso en la muerte, vivir es muy, muy difícil. Todo se me hace extraño ... Dime que aún hay alguna oportunidad.

M. Lluïsa Geronès es presidenta de la Asociación Àkan de Girona

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