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En el evangelio de este domingo se lee el conocido episodio de la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc 7,11-17). Lucas redacta este texto inspirándose en el pasaje del Antiguo Testamento, que narra la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta por parte del profeta Elías (1 Re 17,17-24, texto, que leemos en la primera lectura) y también en los relatos helenistas de milagros de los que adapta el esquema.

El relato que comentamos permite una lectura que destaca el carácter social del gesto de Jesús. La gran beneficiada es una mujer. En tiempos de Jesús, la condición social de la mujer era muy negativa. Propiedad del hombre, que la dominaba, constantemente agobiada por las obligaciones de la pureza ritual por culpa de la menstruación y menospreciada en las prácticas religiosas (no era necesario que rezara el "shema" ni que fuera a las peregrinaciones de Jerusalén). En el caso de una viuda la situación se agravaba porque, carente del amparo del marido y del hijo que debía protegerla en la ausencia de aquél, si no tenía recursos económicos, su destino era la prostitución o la esclavitud. Al ser el único hijo, a la viuda no le quedaba ninguna esperanza. En contra el proceder habitual de su tiempo, Jesús adopta hacia la mujer una actitud de acogida y defensa de su dignidad. La compasión de Jesús no se queda en el nivel de los sentimientos, sino que se concreta en la realidad de los hechos. Este gesto lo muestra.

La lectura simbólica pide poner en relación el episodio de la viuda de Naím con la narración inmediatamente anterior: la curación del criado del centurión (7,1-10). Lucas se vale de dos personajes representativos para describir la situación límite a que ha llegado la situación del "paganismo - centurión" y el "judaísmo - viuda". El criado, que está a punto de morir, es la figura de un paganismo que también está a punto de morir. Con la política de la opresión no se obtiene otro resultado que una enfermedad mortal.

La viuda es la imagen del pueblo de Israel, que, debido a su infidelidad, se ha quedado sin el Dios esposo. La imagen de Dios esposo de Israel radica en el Antiguo Testamento. El tercer Isaías dice: "A ti se te llamará: "Mi complacencia" y a tu tierra: "desposada"(Is 62,4). Sin Dios, Israel ha sido incapaz de producir nada bueno. El hijo muerto representa el futuro de Israel. Un futuro de muerte. Al ser hijo único, se quiere decir que no hay ninguna posibilidad de remontar, las posibilidades se han agotado. El entierro representa el ritualismo, que ha llevado Israel hacia su muerte.

Aunque no con los términos exactos, que aparecen en Lucas, en el Antiguo Testamento encontramos muy presente el tema de la compasión de Dios hacia su pueblo (Ex 3,7). "Yahveh ha consolado a su pueblo y de sus pobres se ha compadecido" (Is 49,13); "El Señor es compasivo y misericordioso" (Ex 34,6; Sal 84,15) y también Jr 12,5; Zc 1,17 . La compasión de Jesús está en perfecta sintonía con la compasión del Señor con su pueblo. A diferencia del criado del centurión, la comitiva de Jesús y los discípulos, comitiva de vida, irá al encuentro de la comitiva de muerte. Por eso al terminar podrá decir: "Dios ha visitado a su pueblo", cumpliéndose lo que Zacarías había anunciado: "Harán que nos visite una luz de la altura a fin de iluminar a los que habitan .... en las sombras de la muerte "(Lc 1,78). Para recuperar la vida habrá que superar el obstáculo que impide el retorno, en consecuencia Jesús toca el féretro, transgrediendo el tabú religioso sobre la impureza legal. La obsesión por estas normas es la que ha llevado a la muerte.

Domingo 10 durante el año
9 de Junio ​​de 2013

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