El río de la vida

En la primera lectura de hoy, en que conmemoramos la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, se lee un pequeño fragmento del libro del profeta Ezequiel (Ez 47,1-2.8-9.12), ubicado en el tramo final del libro (cc. 40-48) donde, a través de una visión, sobresale, entre otras coses, el retorno de la gloria de Yahvé y el poder vivificador, que brota de la sacralidad del templo, tema que nutre la lectura litúrgica.

El profeta Ezequiel fue sacerdote y este hecho explica su gran preocupación por el templo de Jerusalén. Se lamentó de los cultos y dolàtrics que en él se practicaban (c.8) y que fueron la causa de que la gloria de Yahvé se retirara del templo (10,18). Por eso en el tramo final del libro, el profeta ve renovación del templo. La gloria de Yahvé retorna sobre él para poder residir para siempre en medio de su pueblo (43,1-9).

quot;, "sans-serif"; mso-ansi-language: ES "> El regreso de la gloria de Yahvé otorga al templo la capacidad de extender la vida. El profeta se vale de la imagen de un río que tiene su fuente en el sur del altar y , deslizándose hacia el oriente, llega, incluso, a purificar las aguas del Mar Muerto, que, como es sabido, son aguas donde no pueden vivir peces; sobre cada una de lassus orillas hay crecerán toda clase de árboles frutales (v12). La opción por la imagen de un río deriva posiblemente de la sacralidad que las culturas antiguas otorgaban los ríos. Marsili II, rey hitita del s. XIV aC. reconoció que la causa de una epidemia Ragué al no haber practicado las ofrendas pertinentes al río Eufrates. Los exiliados en Babilonia conocieron el carácter sagrado de esterío. En Egipto, Hapi es el nombre del dios relacionado con el Nilo en la época faraónica. Más allá de la inspiración en las culturas vecinas, la imagen nos lleva a relacionarla con otros pasajes del Antiguo Testamento, que ayudan a iluminar su comprensión. Una es el río que sale del jardín del Eden, que deriva en cuatro brazos, que regan y vivifican toda la tierra (Gn 2,10-14). Esto permite comparar la centralidad del paraíso con el templo que también es centro. El centro ordena el espacio liberándolo de la organización caótica. Si el paraíso es el centro de la tierra, también el templo será el centro de la tierra, convirtiéndose en un referente para todos los pueblos. Israel es el paraíso y el echile no habrá sido otra cosa que la expulsión del paraíso. La vida que brota del nuevo templo restituye para Israel la condición de nuevo paraíso.

"Haré nacer ríos en los cerros más áridos y fuentes en medio de los valles. Transformar é en estanques el desierto y en chorros de agua la tierra seca "(Is 41,18). Los conocedores del paisaje que bordea el camino que va de Jerusalén a Jericó sabrán que es un terreno agreste, semi desértico. Cuando Ezequiel ve pasar un río, que aumenta el caudal a medida que avanza y que hace crecer toda clase de árboles frutales hace que sean una realidad las palabras del Segundo Isaías que anunciaba que surgirían ríos que atravesarían el desierto y que en la tierra seca hay brotarían surtidores de agua que, evidentemente, propiciarían todo tipo de vegetación. El río del templo hace que la promesa de Dios hecha por boca del Segundo Isaías haya sido una realidad.

L & RSQuo; exilio fue interpretado como un castigo a la infidelidad de Israel; el castigo comportó la destrucción del templo. "Por vuestra culpa Sión será un campo arado, Jerusalén un montón de ruinas y el monte del templo un recinto lleno de matorrales" dirá el profeta Miqueas (3,12). La reconstrucción del templo fue la gran empresa nacional (Esd 5,11-13). El templo reconstruido hade volver a funcionar; debe convertirse en lugar de la presencia de Dios y fuente de vida y salvación. Así lo ve Ezequiel cuando visiona que por este recinto cubierto de matorrales empieza a correr un río que, en virtud de la presencia de Dios reestablecida, vuelve a extender la vida que hace de Israel un paraíso.

Festividad de la Dedicación de San Juan de Letrán. 9 de Noviembre de 2014