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La biblia hebrea reúne en un solo volumen, conocido con el título de "los doce profetas" los libros del Antiguo Testamento, que nosotros catalogamos como profetas menores. Que sean doce profetas responde a la intención de hacer coincidir esta cantidad con el significado simbólico del número 12. El libro de Jonás, por ejemplo, podría no estar allí, dado que es una narración didáctica, que se aleja de las formas narrativas del profetismo. Otros libros son obra de diferentes autores, lo cual, si ello se tuviera en cuenta, ampliaría el número de doce. Este es el caso del libro de Zacarías del que leemos un fragmento en la primera lectura de hoy (9,9-10). La mayoría de comentaristas admiten que el libro tiene tres partes, confeccionadas por autores diferentes. La primera parte (cc. 1-8) presenta Jerusalén como el lugar donde Dios tiene su residencia y señala la importancia que tiene la reconstrucción del templo; en la segunda parte (cc. 9-11) encontramos un gran anuncio de la salvación, que conllevará la liberación de Israel iniciada con la llegada del rey mesiánico. Un nuevo pastor llevará a cabo la organización de los nuevos tiempos, dada la degradación religiosa a la que habían llegado los jefes religiosos. En la tercera parte (cc. 12-14) con lenguaje apocalíptico y sin referencias históricas concretas, se habla de las pruebas y de la gloria de Jerusalén en los últimos tiempos.
¿Qué sabemos del autor de la segunda parte del libro, conocido por Deutero Zacarías o Segundo Zacarías. El exilio dejó muy tocada la realeza de Israel. En los primeros años del retorno la figura del rey perdió fuelle hasta la definitiva desaparición de Zorobabel; entonces la clase sacerdotal erigió en el lógico relevo para la dirección política y religiosa del pueblo. En este contexto el profeta anónimo hace renacer la esperanza de un tiempo mesiánico con la venida de un nuevo descendiente de David.
El texto de nuestra lectura debe leerse en la perspectiva de esta renacida esperanza. El nuevo mesías sobresale por su humildad, en contraste con los dirigentes indignos de que hablará a 11,15-17. Llegará montado en un asno, recordando con ello el rey Salomón, que montó la mula del rey David el día de su unción (1Re 1,33.38). Su reinado será un reinado de paz porque serán desterrados los carros y alejados los caballos, símbolo de la guerra. Esta paz hace pensar en la paz alcanzada una vez superadas las rivalidades entre los venidos del exilio y los residentes en el país, originadas por las pretensiones en la reconstrucción del templo y la dirección del país. Paz con un alcance territorial de una envergadura tal, que tiene todo el aspecto de una paz universal.
Evidentemente el texto tiene más de sueño que de predicción histórica sobre lo que realmente sucedió después. El mesías de que habla es más ideal que real. Esto convierte el texto en uno de los más emblemáticos en cuanto a la teología de un mesianismo pacífico y, en este sentido, se convierte en un referente para escritos evangélicos. La entrada de Jesús en Jerusalén está indudablemente inspirada en este pasaje. El ajuste es perfecto. El mesianismo de Jesús es eminentemente un mesianismo pacífico
Domingo 14 durante el año 6 de Julio de 2014

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