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Tres grandes relatos del evangelio de Juan leeremos los domingos que quedan de cuaresma: Jesús y la samaritana (Jn 4,5-42), que leemos hoy, el ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. Seguramente estos textos eran la base de la catequesis dirigida als catecúmenos, que debían ser bautizados durante la próxima vigilia pascual. Habría que leer pues estas lecturas como una preparación al ritual de renovación de las promesas del bautismo durante la vigilia pascual.

La fe de la samaritana, que acaba confesando Jesús salvador del mundo contrasta con la creencia superficial del pueblo de Jerusalén (Jn 2,13-35), con la incomprensión de la élite intelectual representada por Nicodemo (3,1-12) y la malicia y suspicacia de los fariseos (4,1-13).

En el relato encontramos tres temas: el don del agua viva, el nuevo culto, que permitirá adorar a Dios en espíritu y en verdad y el trabajo de la siembra y la alegría de la cosecha. El tema del nuevo culto ocupa el lugar central y de mayor importancia. La competencia entre los dos lugares de culto, Garizín y Jerusalén era encendida en tiempos de Jesús. La pregunta de la samaritana no tiene nada de estaño si se considera que, desde Sicar, se podía ver perfectamente la montaña de Garizim. Los samaritanos se aferraron a Garizín como lugar de culto, cuando fueron excluidos de la reconstrucción del templo de Jerusalén por los dirigentes de la comunidad formada después del exilio. Hicieron frente común, contra la legislación de Esdras, con los que defendían los matrimonios con mujeres extranjeras. Viendose en esta situación edificaron un templo rival en la montaña de Garizín con la ayuda de un hijo de Joiadá, que se había casado con la hija del rey de Sambalat, gobernador de Samaria y había sido expulsado por Nehemías (Ne 13,28).

Jesús responde a la mujer anunciando que en él se avecina una nueva forma de adorar a Dios. Los viejos lugares de oración y de sacrificios, las ostentosas y retorcidas ceremonias pierden significado; ahora habrá un culto en espíritu y en verdad.

Adorar a Dios en el espíritu no debe entenderse en un sentido espiritualista, como si Jesús quisiera sustituir un culto externo por otro interno que tiene lugar en el interior de persona. Lo que Jesús quiere decir es que el ser humano terrenal no tiene acceso a Dios por sí mismo; para poder orar eficazmente hay que ser capacitado por Dios con el don de su Espíritu. Gracias al Espíritu es posible el verdadero encuentro entre Dios y el ser humano, porque espíritu designa en Juan lo que es propio de Dios y de su mundo celestial en oposición a lo que es terrenal y humano.

El Espíritu es espíritu de verdad (14,17; 15,26 ), es la verdad que viene de Dios, que lleva a la luz, que hace libre, es camino y es vida. El culto en verdad es el culto auténtico, lo que se ha despojado de teatralidades innecesarias, lo que no necesita espacios porquetoda la creación es templo de Dios, el que busca la intensidad y la plenitud por encima de la visibilidad de los rituales. Es el culto que libera, que realiza, que nos proyecta a los demás.

Domingo 3 º de Cuaresma 23 de Marzo de 2014

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