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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Dejando a mis espaldas el Anfiteatro Flavio, el famoso Colosseo, camino por la Via Labicana hacia la Basílica de San Clemente de Letrán en Roma. Este edificio presenta tres niveles distintos de construcción: una casa romana, un templo paleocristiano y la basílica superior. La casa conserva vestigios de culto a Mitra, aunque posteriormente sirviera para acoger las reuniones clandestinas de signo cristiano. La primera basílica se alzó con el viento favorable del cristianismo como religión oficial. El saqueo normando, llevado a cabo a finales del siglo XI, propició la reconstrucción de la basílica actual sobre el templo paleocristiano. Esta nueva basílica, animada por los dominicos irlandeses hace casi 350 años, acoge en un altar lateral la tumba de los Santos Cirilo y Metodio. Cuando visito la primera basílica, veo una lápida reversible que gira sobre un eje. Se encuentra a unos metros de la entrada. Un letrero indica que en una cara de la misma hay una inscripción pagana y en la otra cara, una inscripción cristiana. Me siento profundamente atraído por el simbolismo que encierra.

Una conversión plena al Evangelio de Jesús no resulta nada fácil. Se suelen conservar vestigios paganos, que se resisten a la aceptación de la propuesta evangélica. A veces, detrás de inscripciones netamente cristianas, se descubren planteamientos, sentimientos y conductas paganas. También puede darse que detrás de inscripciones paganas, se adivinen huellas de los valores evangélicos. Quizás cada uno de nosotros es como esta lápida reversible que contemplo con atención. La vida presenta estas extrañas mezcolanzas que, si no estamos despiertos, escapan a nuestra consideración y nos pueden conducir al autoengaño.
Si no somos conscientes de esta realidad, más extendida de lo que parece, llegamos a pensar que somos cristianos a carta cabal, que no necesitamos prácticamente conversión alguna porque estamos en el buen camino y trazamos con decisión la línea divisoria entre el paganismo y el cristianismo con la precisión de un cirujano. Sin embargo, existen incrustaciones difíciles de trabajar. Primero, porque darse cuenta de ellas no es tarea fácil. Segundo, porque el mensaje evangélico nos invita a una conversión continua, a la que nos resistimos con frecuencia. Las actitudes básicas para afrontar un trabajo espiritual de estas dimensiones son la humildad para reconocer la propia verdad y la apertura de corazón para abrirse al mensaje evangélico. Las motivaciones son claves para valorar nuestros actos. A veces, basta darle la vuelta a la lápida para descubrir que existen en nosotros otros valores distintos a los de Jesús. El paganismo es un fenómeno de resistencia a la visión cristiana. No es de extrañar que los planteamientos cristianos inflexibles, radicales, fanáticos, aparentemente puros, escondan motivaciones paganas que buscan más la seguridad propia que la confianza en Dios, que se instalan más en la imposición que en la propuesta, que se nutren más de ideología que de espiritualidad. Basta dar la vuelta a la lápida para caer en la cuenta.
La lápida reversible se convierte en una invitación a vivir en profundidad la fe en Jesucristo, a abrirse al mensaje evangélico, a desactivar actitudes dogmáticas para ser lúcidos y dialogantes, a no dar gato por liebre. La humildad y el diálogo no suponen menoscabar la identidad cristiana y las convicciones propias. Mas bien, se trata de un trabajo de purificación y de verdad para dejar la tibieza y las medias tintas, que no es poco.
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