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Catalunya Religió
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¿Qué ha cambiado en los diez años del papa Francisco?

JORDI BERTOMEU –CR “Es una tragedia para la Iglesia”. Con estas palabras del 1 de mayo de 2016 y otras, el papa Francisco ha expresado su consternación por un problema que está todavía muy lejos de resolverse.

Desde el primer momento del pontificado, Francisco ha asumido como propia la "tolerancia cero" proclamada por sus dos inmediatos predecesores. Posteriormente, en marzo de 2014, constituyó la 'Pontificia Comisión para la Protección de los Menores' y desde 2015 hizo dos cambios legislativos importantes: uno de ellos para mejorar el tratamiento procesal de los casos seguidos por decreto extrajudicial (cf. Col colegio para el examen de los recursos de 2015); el otro, para perseguir la negligencia entre los pastores (mp Como una madre amorosa de 2016). Este último, demasiado revolucionario en su momento, tuvo una más que tibia acogida y pasó de forma interesada al olvido.

Sin embargo, el verdadero y decisivo impulso legislativo para poner fin al encubrimiento, un problema accesorio al de los abusos, lo dio Francisco a partir de la 'Misión Scicluna' en Chile, en febrero y mayo de 2018, en la que fui parte integrante. A partir del 'Informe' que le siguió, el Papa entendió que una legislación antiabusos, por perfecta que sea, no resuelve el problema si no va acompañada de un cambio de mentalidad en profundidad. Durante siglos, la Iglesia ha caído en el error de tantas instituciones seculares, tendiendo a protegerse en un corporativismo mundano que descuida el bien de las personas. La experiencia de Chile, con una Iglesia sorda al clamor de las víctimas, puso al descubierto que una gestión jurídica eficiente de los abusos es imposible sin una voluntad decidida por la justicia reparadora y la prevención.

EN 2019 EL PAPA EMANÓ UNA LEY PARA IMPLEMENTAR EN TODAS LAS DIÓCESIS DEL MUNDO “ESTRUCTURAS ESTABLES Y FÁCILMENTE ACCESIBLES” PARA RECIBIR LAS DENUNCIAS DE ABUSOS

De manera absolutamente innovadora, en la Carta al Pueblo de Dios de agosto de 2018, importantísima para entender este pontificado, el Papa puso en el mismo plano comprensivo el abuso de poder, el sexual y el de conciencia. Francisco proviene del contexto cultural y eclesial latinoamericano. Se ha formado en la tradición ignaciana. Su estilo de gobierno pastoral no se entendería sin un continuo discernimiento de los espíritus. Manifestando una vez más su libertad de espíritu, reaccionó con las víctimas de Karadima con un recorrido personal de reparación. No era la Iglesia la que pedía genéricamente perdón. Lo hacía el propio Papa por los mismos errores.

Francisco concluyó que el abuso sexual de menores no es sólo producto de una transgresión sexual, como afirmó su predecesor, sino de una concepción clerical y, por tanto, elitista, del ministerio pastoral. En lugar de entender este último como un servicio, se percibe por unos pocos como un status que da lugar a “privilegios” indebidos, entre ellos el del placer sexual. Las conclusiones de los dos Santos Padres son complementarias y permiten explicar la extrema gravedad de la emergencia actual: desde la perspectiva global que da trabajar en un dicasterio romano, la comparo con un campo minado en el que, periódicamente, estallan determinados casos que nos hacen pasar de una aparente tranquilidad a la consternación social más profunda.

Asumiendo la necesidad de tener una iglesia más “transparente, responsable y dispuesta a dar cuentas” (Cumbre del 21 a 24 de febrero de 2019), Francisco no sólo dispuso que el Estado de la Ciudad del Vaticano tuviera una legislación antiabusos con los criterios de calidad propios de los estados más avanzados (26 de marzo de 2019), sino que emanó una ley para implementar en todas las diócesis del mundo “estructuras estables y fácilmente accesibles” para recibir las denuncias de delitos no sólo cometidos por clérigos, sino por otros fieles, y no sólo donde los menores eran las víctimas, sino también los “adultos vulnerables” (mp Vos estis lux mundi , en vigor desde el 1º de junio de 2019).

EL PAPA HA SIDO CAPAZ DE DESPERTAR LA CONCIENCIA DE TRABAJAR POR UNA "CULTURA DE LA PREVENCIÓN" OPUESTA A UNA "CULTURA DEL ABUSO"

Con dos Rescripta ex audientia Ss.mi (3 y 6 de diciembre de 2019) redefinió la confidencialidad de estas causas (las denuncias, procesos y decisiones no están sujetas al secreto pontificio y, por tanto, los ordinarios pueden dispensar más fácilmente del secreto de oficio que todavía rige en ellas) y facilitó el acceso a las mismas de más operadores del derecho.

El tiempo de la pandemia de la Covid-19 tampoco fue obstáculo para una ingente actividad legislativa: el Vademécum, de 2020, hizo pública la praxis del Dicasterio por primera vez en la historia; la reforma en profundidad del Libro VI del Código de Derecho Canónico (8 diciembre 2021) y del m.p. Sacramentorum sanctitatis tutela (2021) abrieron nuevos caminos por la persecución penal de los abusos sexuales en la Iglesia.

Un primer balance de estos diez años de pontificado no puede ser sino sumamente positivo en lo que se refiere a la materia que nos ocupa. Junto con san Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco ha dotado a la Iglesia de una legislación antiabusos equiparada, sino a la vanguardia, de las demás legislaciones. El Papa, además, ha sido capaz de despertar en todos los fieles, no sólo en los del ámbito anglosajón y centroeuropeo, la conciencia de trabajar por una “cultura de la prevención” opuesta a una “cultura de la abuso”. Esto es evidente en Latinoamérica, donde está la mitad de la población católica mundial y donde en los últimos años cientos de agentes de pastoral se forman, incluso telemáticamente, en instituciones como CLAR, CEPROME y diversas universidades. Francisco, por tanto, abre procesos y uno de ellos, quizás el más importante, es el de trabajar por unas relaciones cada vez más sanas y seguras entre los fieles.

Mundos. Jordi Bertomeu Farnós es oficial del dicasterio para la Doctrina de la Fe

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