El funeral de Joan Rigol reúne a la iglesia y la política catalana en torno a una “buena persona”

Jordi Llisterri –CR El cardenal Joan Josep Omella ha presidido este jueves el funeral del expresidente del Parlament Joan Rigol, que murió el martes. En el funeral se ha reunido una amplia representación de la iglesia y de la política catalana, sectores entre los que Rigol siempre contribuyó a crear puentes. Y lo consiguió porque "era una buena persona", como se ha recordado en las intervenciones de familiares y amigos, y en la homilía que ha pronunciado el arzobispo Joan-Enric Vives.

Sólo algunos nombres de los asistentes al tanatorio de Les Corts y la presidencia del cardenal-arzobispo de Barcelona ya explican por sí solos el relevo del funeral. El presidente Pere Aragonès y la mayoría de sus antecesores, Artur Mas, José Montilla y Jordi Pujol. La presidenta del Parlament Anna Erra, y también sucesores de Rigol como Laura Borràs, Roger Torrent, Carme Forcadell, Ernest Benach y Núria de Gispert. El jefe de la oposición, Salvador Illa, las consejeras Natàlia Garriga y Anna Simó, y exconsejeros y políticos como Xavier Trias, Jaume Giró, Meritxell Borràs, Irene Rigau, Antoni Castells, Josep Rull, Jordi Turull, Anton Maria Espadaler, Albert Batlle, Miquel Iceta, Alberto Fernández Díaz, Albert Batet, Jordi Martí Galbís, Assumpta Escarp, Jaume Asens, Francisco Marco Álvaro o Joan Hortalà.

Del mundo eclesial la abadesa María del Mar Albajar, Carlos Duarte, Esteve Camps, Jordi Faulí, José María Carbonell, Andreu Trilla, Meritxell Ruiz, Carlos Torner o Pere Lluís Font como representante institucional de la Sagrada Familia, la Fundación Blanquerna, la Fundación Joan Maragall, Cáritas, ESADE o IQS, en las que estuvo vinculado en diversas etapas Joan Rigol. Han concelebrado el obispo David Abadias, y sacerdotes como Enric Puig, Antoni Matabosch, Lluís Bonet, Salvador Bacardit y Josep Maria Turull.

En el ámbito musical, le ha despedido Jordi Savall con el cuarteto de cuerda de su fundación. Una interpretación muy reconfortante por un melómano como Rigol. Como presidente del Parlament, recibió los honores de cuatro mossos d'Esquadra de gala que custodiaron el féretro durante toda la ceremonia.

"Decir que era una buena persona es uno de los mejores epitafios", ha remarcado el arzobispo Vives. Lo ha definido como un "humanista cristiano que siempre tenía las puertas abiertas a otros pensamientos" y que "no vivía de modas". También ha hecho referencia a la manera en que defendió los "derechos de las naciones, de los pueblos, de las lenguas y de las culturas, profundizando el magisterio de Juan Pablo II" y el "servicio en la Iglesia de Cataluña y en el país".

Ante toda la clase política catalana, Vives ha asegurado que "Rigol ha sido un referente para quienes se dedican a la política". Y al final de la homilía ha incorporado por sorpresa de muchos un poema de Joan Salvat-Papasseit, “Nada es mezquino”. Lo ha recitado entero dando sentido a versos como "para volver a nacer, necesita morir".

El funeral también ha contado con el testimonio de un amigo de infancia de Torrelles del Llobregat con quien compartieron la formación en el Seminario, y del director de Cáritas, Eduard Sala. Al inicio de la celebración Josep Maria Lozano ha hecho un certero retrato de Joan Rigol, desde su vida familiar a las referencias imprescindibles a Jacques Maritain, Emmanuel Mounier y Gabriel Marcel que permiten comprender el pensamiento y actuación de Joan Rigol. Es desde este punto de partida que Rigol "trabajó para rehacer un catalanismo político transversal hasta el último aliento".

Lozano también ha reafirmado la idea de bondad que han expresado el resto de testigos: "Quien no ponga en primer lugar su bondad y honestidad, no sabe de quién está hablando". Es el contexto que explica el respeto por la dimensión institucional que ejercía. Como mensaje que serviría en plena campaña electoral, también ha servido a los asistentes una frase de Rigol: "un político que no ame a su país, que se pliegue".