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Catalunya Religió

(Escolapios) En el siglo XXI, la persona es digital o no es. Podría ser una especie de epitafio, al estilo "Cataluña será cristiana o no será", pero es dramáticamente cierto. Tan verdad como que en la última parte del siglo XX, lo que no salía en el mundo de las imágenes no existía. Un tema tan trascendente, ¿cómo está presente en la acción educativa en la escuela? Y no vale decir que esto no nos toca. Al menos si nuestro proyecto es ayudar a crecer a cada alumno/a en el máximo de sus capacidades, o sea, si más allá de los discursos y los papeles -que tanto satisfacen algunos de nuestros burócratas o controladores- la realidad educativa se basa en el desarrollo armónico de todos los componentes humanos, afectivos, intelectuales, trascendentes, etc.

Como nuestra 'huella' digital es tan profunda y polivalente, este no es un tema menor. Hacemos tantas acciones en el mundo virtual que -queriéndolo o no; sabiéndolo o no- vertemos mucha información personal en las múltiples redes o en los sistemas de comunicación controlados por sofisticados sistemas informáticos. Por tanto, no es sólo un tema de intimidad en redes explícitas sino que la forma en que interaccionamos las personas -telefónicamente también-, en que nos intercambiamos documentos o hacemos búsquedas genera muchísimas informaciones sobre nosotros que quedan almacenadas en algún lugar.

Así que ya no se trata de ser conscientes de lo que -a veces impúdicamente- exponemos de nosotros mismos en los múltiples escaparates públicos o aparentemente semiprivados, ni hasta de las muchas mentiras que corren y hacemos correr. Se trata de conocer los lenguajes y los procesos del mundo virtual y de cómo funcionan hoy este tipo de relaciones o contactos, en cuanto a lo que perdura o 'habla" de nosotros. Y todo ello sin entrar en nada que pueda ser delictivo o de riesgo: acoso, hacking, manipulación, deformación de identidades, ...

Siempre se debe educar en las condiciones concretas de cada aquí y ahora. Esta es nuestra grandeza y nuestra profunda servidumbre. Por tanto, en la escuela deberíamos tener algún plan para nuestros alumnos, de forma progressva y adecuada a la edad, para que entiendan cómo se va construyendo su identidad digital y cuáles son los 'buenos' criterios a partir de los cuales pueden hacerlo. Nada menos que lo que hacemos en otros ámbitos educativos básicos, como puede ser el emocional, el de técnicas de estudio o de aprendizaje, la afectividad y la sexualidad, el social, el de la interioridad, etc.

Y, como todos los grandes temas educativos, puede -y debería- ser objeto de trabajo conjunto con padres y madres, en esta ecuación tan compleja que llamamos "escuela de padres".

Hay, sin embargo, un problema no menor. ¿Saben nuestros directivos -que tienen la responsabilidad de impulsar y promover las acciones educativas conjuntas- y sabemos los docentes cuál es nuestra identidad digital? ¿Y sabemos cómo se va configurando? O sea, ¿por donde empezamos? Pero no dejaremos de hacerlo con el pretexto de que podamos ser poco 'competentes' digitalmente; ¿verdad?.

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