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Una revolución para los padres que entran en la iglesia con niños, casi con sentimiento de culpa. Están acostumbrados a recibir miradas de reprobación si el niño hace alguna exclamación en voz alta, o si se levanta del banco cuando todo el mundo suyo. Y si se pone a llorar, salen disparados hacia la puerta del templo, con cabeza baja y caminando tan rápido como les es posible.

Incluso sirenuncian a la misa y entran en la iglesia fuera de horas, siempre habrá alguien que criticará que el niño suba al altar para admirar una estatua o unas flores, que circule libremente topando sin querer con algún banco, o que haga alguna exclamación demasiado entusiasta.

Recuerdo muy bien una de las ocasiones en que mi hija y yo fuimos blanco de iras. La niña, llaces de dos años, estaba entusiasmada de haber entrado unos minutos en el templo, donde había sólo un par de personas. Al cruzar la puerta, hizo señal de ponerse un dedo en la boca para señalar que había que hablar en voz baja. Una vez dentro, miró Jesús en la cruz y exclamó, con voz más alta, que aquel era "el Jesús de la fiesta", porque le había hablado de la Pascua. Quiso encender unavela y me reclamó la moneda más grande. Entonces tropezó con un banco con el consecuente estrépito. Una señora que paseaba por el templo se precipitó hacia mí para reñirme.

Le repliqué: "Vaya, no decía Jesús: deje que los niños vengan a mí? Aquí también es su casa. Ella ya mira de hablar en voz baja y de no hacer ruido, pero no deja de ser una niña. Despu & e

acute; s nos quejaremos cuando no haya gente joven a misa. Mire ahora dónde está la niña: se ha arrodillado en el banco ante la estatua de la Virgen María, como ve que hacemos otras personas y yo, y la mira; que no es precioso? ".

Ahora, si me volviera a pasar, casi le podría repartir al escandalizada señoraslider = 102879441 "> una copia del diario La Repubblica informa de las maravillosas palabras del Papa Francisco este domingo 14 de diciembre de 2014 mientras hablaba con familias de niños recién bautizados, en la parroquia de San Giuseppe all'Aurelio, en Roma.

Recordó las palabras de Jesús: "Dejad que los niños vengan a mí". "Su llanto es la mejor predicación & rdq

uno o ;.

"Los niños lloran, hacen ruido, van de un lado a otro. Pero me molesta mucho cuando, en la iglesia, un niño llora y hay quien dice que tiene que irse fuera. El llanto del niño es la voz de Dios: nunca hay que hacer fuera de la Iglesia ".

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Francisco durante la visita a la parroquia de San Giuseppe all'Aurelio. Foto: Repubblica

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