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Guillem tiene 22 años y acaba de terminar ingeniería. Pilar 32, es economista y está estudiando psicología. Ambos llevan más de un año colaborando generosamente con el proyecto del Banco de alimentos de Manresa y son dos puntales en la Fundación Rosa Oriol.

Guillem dice estar enamorado de este proyecto al servicio de las personas y quiere hacer su proyecto de carrera sobre el mismo. Pilar compagina sus estudios de psicología, su búsqueda espiritual con una incansable labor de escucha y atención a las personas que están sufriendo a causa de la crisis, de los malos tratos, de la pobreza….

Ambos han hecho un paréntesis en sus agendas y se han marchado a conocer cómo trabajan en otros sitios la acogida a las personas que están en la calle, a los que están en una situación de exclusión social. Tres días en Valencia acogidos por los frailes dominicos del Vedat, sumergiéndose en la vida de los Hogares San Martín de Porres, un proyecto iniciado por el Padre Gerardo Sánchez O.P., y conociendo de cerca el albergue de los hermanos de San Joan de Déu, de la mano del Hermano Benjamin Pamplona.

Guillem y Pilar hoy marchan a Madrid. Allá los hermanos dominicos del Albergue San martín de Porres les mostrarán diversas realidades y les enseñaran a gestionar recursos, proyectos. Mientras tanto convivirán en una mini residencia con un grupo de hombres que salieron del Albergue y se están abriendo camino.

Ambos han emprendido un viaje para formarse, y lo están haciendo con el apoyo de más de 80 voluntarios, muchos jóvenes,-muy jóvenes- y otros no tanto, pero con una gran humanidad y con mucho espíritu.

Hay quiénes dicen que los jóvenes son pasotas… que pasan de todo y que no se comprometen. Los jóvenes, cuando encuentran un proyecto que les apasiona, un proyecto a favor de las personas, son solidarios; y cuando ven la necesidad, son generosos. Les pasa lo mismo que a los mayores: cuando algo vale, ¡se juegan por ello!

Brindo por Guillem y Pilar y por todos y cada uno de nuestros voluntarios; por todos aquellos que saben que todos somos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos, y son capaces de darse para que el cambio sea una realidad.

Tengo fe en los jóvenes. Estoy convencida que ellos abren camino. Hay que escucharles. No podemos tener miedo al cambio. Seguramente el Espíritu nos trae la novedad por sus vidas frescas y apasionadas… No ahoguemos el Espíritu. Si lo hacemos, muchas cosas se pondrán patas arriba, pero estoy convencida que una buena sacudida, no nos vendrá nada mal para despertarnos de la modorra y sacudirnos el polvo que se nos ha pegado en el camino.

No les prometamos el futuro… no sabremos si vendrá. Démosles la oportunidad de vivir el presente compartiendo con ellos la apasionante tarea de vivir y de darnos para que otros tengan vida y la tengan en abundancia. ¡Solo así, la esperanza no podrá fallar!

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