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Comentario a la segunda lectura del 2.º domingo de Adviento. B

Solo en la festividad de la Transfiguración y este segundo domingo de Adviento del ciclo B tenemos la oportunidad de leer fragmentos de la Segunda Carta de Pedro (2Pe 3,8-14). Es cronológicamente el último libro del Nuevo Testamento. Su aceptación se fue gestando en los primeros siglos de la era cristiana y fue acogido como canónico hacia los siglos V-VI. La utilización de la carta de Judas y la mención de las cartas de Pablo llevan a pensar que la carta fue escrita a comienzos del II.

El autor presenta su escrito como si fuera obra del apóstol Pedro, pero bien pronto se percibió que el apóstol Pedro no podía ser el autor. El recurso a la pseudoepigrafía no era nuevo ni el autor de 2Pe el único en usarlo. Un autor anónimo usó las cartas de Ignacio obispo de Síria para interpolar, unos años después de que fueran escritas, sus enseñanzas. Se buscaba la autoridad de un personaje reconocido para presentar enseñanzas que de otra manera no hubieran tenido aceptación ni hubieran prosperado. El autor de 2Pe dirige su escrito a una comunidad que tiene en gran aprecio y veneración al apóstol Pedro.

Lo que preocupa al autor de 2Pe es la situación de los creyentes de su tiempo. Los quiere animar a fin de que no se dejen engatusar por las ideas y las prácticas de algunos herejes contrarias a la fe apostólica. Fruto de estas ideas, algún s falsos profetas e impostores ya no esperaban el retorno de Jesús (3,4) y el segundo advenimiento tardaba demasiado. Los padres ya habían muerto (se refiere a la primera generación de cristianos) y todo continúa igual que a comienzos de la creación. Estas palabras no ligan con el discurso de Jesús sobre el fin que lo presentaba como inminente: “Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto haya sucedido” (Mc 13,30). Tanto si la negación del retorno constituía un principio básico de su enseñanza como si el retraso justificaba un desmadre moral (muy bien descrito en 2 Pe 2,2.3.10-14.18-22) este grupo representaba un peligro por la comunidad cristiana que centraba su esperanza en un retorno inminente de Jesús, por eso el autor de la carta desautoriza con contundencia estos falsos profetas.

El autor introduce en la carta elementos de la apocalíptica tradicional: “elementos del mundo abrasados se disolverán ... el cielo inflamado se disolverá y los elementos del mundo se disolverán”. Por qué lo hace?. Los falsos profetas apoyaban sus enseñanzas en la filosofía griega, concretamente el estoicismo. Para los estoicos el mundo estaba sometido a una serie de construcciones y destrucciones cósmicas. Después de cada incendio del mundo (nuestro texto habla de abrasar e inflamar) que destruía el existente vendría su reconstrucción de tal manera que el mundo no tenía fin. El autor desmiente el planteamiento y afirma que este mundo se acabará pero no para perpetuarse en una nueva versión del mismo sino para dar entrada a un cielo nuevo y una tierra nueva, expresión que sintoniza con Is 65,17: “Crearé un cielo nuevo y una tierra nueva” y Is Is 66,22: “Como el cielo nuevo y la tierra nueva que yo creo” y con Ap 21,2:” Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva”.

A la burla de los impostores que reprochan que la promesa de la venida no se hubiera cumplido, el autor responde con una cita del salmo 90,4: “Mil años en tus ojos son como un día que ya ha pasado”. El autor quiere dar a entender que Dios ve las cosas desde una perspectiva diferente que a nosotros nos cuesta de entender.

El Señor no es lento por lo que respecta a sus promesas a pesar de que a algunos les inquiete su lentitud. La idea de la tolerancia de Dios tiene sus raíces al Antiguo Testamento: “Dios compasivo y benigno, lento para el castigo, fiel en el amor!” (Ex 34,6; Sl 86,15; 103,8; Ne 9,17; Jl 2,13). Es paciente (“makrothymeo”) con nosotros y desea que nadie muera sino que todo el mundo llegue al arrepentimiento. El retraso que han experimentado los cristianos receptores de la carta es debido a la paciencia de Dios, a su tolerancia. Dios ha retrasado la segunda venida para dar a todo el mundo la oportunidad de escuchar el evangelio, de bautizarse y salvarse. El retraso, pues, se ha debido no al incumplimiento de Dios de su promesa sino al amor de Dios

Domingo 2.º de Adviento. 10 de Diciembre de 2023

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