Recompensar el trabajo apostólico

Comentario a la segunda lectura del domingo 28 durante el año.

La ciudad de Filipos era en el siglo I dC. una ciudad importante. Estaba situada en el norte de Grecia en la provincia de Macedonia y fue fundada en el siglo IV aC. por Filipo II padre de Alejandro Magno. El hecho de estar ubicada cerca del mar y de la vía Egnatia que unía Italia con Bizancio le daba una estrategia importante. La fertilidad de la llanura del entorno y la riqueza de los minerales – oro y plata – la dotaban de una considerable prosperidad económica. Antiguos soldados, inmigrantes italianos y población autóctona constituían una población variada y plural culturalmente y, en consecuencia, se practicaban cultos diversos.

Pablo fundó allí una comunidad cristiana durante el llamado segundo viaje misionero (Ac 16,12 ss.). Fruto de la predicación se convirtieron algunos judíos y paganos. La relación del apóstol con la comunidad fue entrañable y excelente y, resultado de esta buena relación, son las dos cartas que reunidas en un solo texto conocemos como “Carta a los Filipenses”. Una es la carta de la amistad ( Fl 1,1-4,9.21-23), otra carta escrita anteriormente es la carta del agradecimiento (Fl 4,10-20). De esta carta leemos un fragmento en la segunda lectura de este domingo ( Fl 4, 12-14.19-20).

Al saber que Pablo estaba encarcelado en Éfeso, la comunidad de Filipos envió una ayuda económica mediante una delegación encabezada por Epafrodito a quien se le encargó también tener cura de Pablo mientras estuviera en la prisión. Pablo agradeció la ayuda recibida cuando parecía que esta se había interrumpido (4,10) con una carta escrita por él mismo. Los mismos filipenses que habían acompañado Epafrodito fueran quienes en su retorno llevaron la carta a la comunidad.

En el texto que comentamos se cuece una contraposición sobre cómo se tiene que valorar la ayuda que una comunidad otorga a un apóstol misionero. Hay que aceptarla o debe prescindirse de ella? La segunda carta a los Corintios da pistas de la situación en que se encontró Pablo en cuanto al tema de la ayuda. Sus adversarios lo habrían acusado de haberse aprovechado de los corintios. Pablo afirma reiteradamente en la carta que esto no ha sido así: “Me he guardado y me guardaré de seros una carga” (2Co 11,9), “No os he molestado para que me mantuvierais” (2 Co 12,13). Pablo ha querido mantener siempre su independencia económica por eso en el texto de la carta que leemos hoy explica que sabe adaptarse a cualquier situación sea de penuria sea de abundancia.

En la sociedad romana existía el clientelismo. Había personas – los clientes – que vivían de la ayuda y los favores de un amo o patrón. Pablo no quiere que las ayudas de los filipenses sean entendidas según este esquema, por eso insiste en su independencia que le permite vivir todo tipo de situaciones.

Otra manera de ver las cosas era que los misioneros tenían derecho a recibir ayuda de las comunidades como recompensa de su trabajo apostólico. El mismo Pablo en otro pasaje dirá: “¿No tenemos derecho a que nos mantengan?” (1Co 9,3s). En los evangelios sinópticos también encontramos expresado este derecho. En las instrucciones a los doce que son enviados, Mateo pone en boca de Jesús: “ Quien trabaja bien se merece que lo mantengan” (Mt 10,10). El libro de la doctrina de los doce apóstoles (Didakhé) también prevé que los misioneros ambulantes reciban socorros de la comunidad (12,2).

Es en la óptica de lo que acabamos de decir que se inscribe la ayuda de los filipenses a Pablo. Por la situación económica que vivía la comunidad se lo podía permitir. Pablo alaba esta ayuda llevada a cabo por pura voluntad de los filipenses. Pablo ve en los filipenses el instrumento de la ayuda de Dios. A la generosidad de los filipenses Dios responderá con su generosidad a fin de satisfacer sus necesidades que hay que entender sobrepasan el orden puramente material.

Domingo 28 durante el año. 15 de Octubre de 2023.