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El libro de Isaías es una obra plural y compleja, elaborada con materiales de diversa procedencia y obra de diferentes autores. La parte final del libro (56-66) que se suele atribuir a un profeta anónimo que suele llamarse Tercer Isaías sería el resultado de varios añadidos que se habrían incorporado al primer y segundo Isaías. Sería seguramente el trabajo de varios profetas tanto del tiempo del exilio como del post-exilio. En esta parte final destaca el tema de la reconstrucción de Jerusalén tanto religiosa como administrativamente y que todos los pueblos pueden unirse al culto del Dios de Israel. De esta tercera parte leemos un fragmento en la primera lectura de este domingo (Is 62,1-5).

El pueblo de Israel se da cuenta de que las promesas de los antiguos profetas no se cumplen. No se ven mejoras por ninguna parte. En Jerusalén impera un gran abatimiento. Hay incluso quien añora retornar a Babilonia. El profeta, en el pasaje que hoy leemos, intenta fortalecer los corazones destrozados y reavivar la esperanza. Este sentimiento de desánimo lo había atizado la convicción de que Dios había abandonado su pueblo, estaba inactivo y silencioso, dejando de proteger y favorecer el pueblo de Israel, todo lo contrario de lo que hacían los dioses de los otros pueblos que, según creían los israelitas, sí los favorecían con la prosperidad y el éxito. Por ello dice el texto: "por amor a Sión no callaré, no descansaré por Jerusalén". En la Escritura judía se encuentran textos que avalan este pensamiento: "Realmente eres un Dios que se esconde" (Is 45,15); "He callado durante mucho tiempo" (Is 42,14); "Callarás Señor viendo todo esto?" (Is 64,12). El profeta anuncia que la pasividad y el silencio han terminado, se acercan los tiempos en que Dios hablará y actuará.

"Te darán un nombre nuevo". El nombre que se pone en el nacimiento expresa la esencia del carácter de una persona y es indicativo de la actividad o el destino que tiene reservado el que lo lleva. El nombre indica el potencial social de una persona y no llevar nombre quiere decir que esa persona no tiene ningún valor, socialmente es nada. Inversamente llevar muchos nombres es signo de prestigio y relevancia social (Is 9,5). Los nuevos nombre dados a Jerusalén expresan la nueva vida de la ciudad, es más, al llevar dos nombres "El Señor te prefiere" y "tiene marido" es señal de la nueva situación de prestigio adquirida.

En los versículos 4 y 5 aparece con fuerza la metáfora de la unión matrimonial entre Dios e Israel (Os 2). La manera de hablar de Dios que tiene Israel arraiga en las experiencias de la vida humana y el matrimonio y el adulterio son de ello un ejemplo. La relación de amor y de protección de Dios con Israel es expresada con la imagen del matrimonio. El adulterio es imagen de este amor roto cuando Israel se va hacia los ídolos de los pueblos extranjeros que en el lenguaje metafórico toman el rol de los amantes.

La relación profunda de amor entre Dios e Israel formulada a partir de la metáfora matrimonial perfecciona y profundiza la teología de la alianza. La imagen matrimonial introduce una carga de amor y ternura que supera la fría dimensión jurídica de la alianza.

La causa del Exilio ha sido la idolatría / adulterio. Israel ha experimentado el abandono de Dios como una adúltera soporta el abandono del esposo traicionado. Jerusalén, esposa del Señor, ya no será más abandonada porque su esposo la tomará de nuevo y el país no será devastado porque el desposorio equivale a la restauración total. La nueva boda es la manera de expresar que, después del retorno de los exiliados, Jerusalén será construida de nuevo, reedificada y engalanada por Dios.

Domingo 2º durante el año. 20 de Enero de 2019

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