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Comentario a la segunda lectura del 5.º domingo durante el año. B

En el capítulo noveno de la primera carta a los Corintios hay una larga defensa del derecho que tiene Pablo a recibir una paga por su dedicación a la predicación del Evangelio. De él leemos un fragmento en la segunda lectura de este domingo ( 1Co 9, 16-19.22-23).

En el trasfondo de la defensa que hace Pablo se descubren los ataques contra su función evangelizadora por parte de algunos miembros de la comunidad de Corinto y posiblemente por opositores de otras comunidades. La crítica dirigida a Pablo veía que él no usaba sus derechos de apóstol, es decir, a ser mantenido por su comunidad como recompensa por la actividad predicadora. Esto los llevaba a la conclusión de que el hecho de no usar de los mencionados derechos era la prueba de que él no era realmente y auténticamente un apóstol.

En los versículos que preceden a nuestra lectura (9,1-15) Pablo explica que el trabajo misionero es merecedor de una recompensa. Lo muestra con muchos ejemplos. El soldado no se paga los gastos de su equipo militar, quien planta una viña tiene derecho a comer de su fruto igual que el pastor se beneficia de la leche de su manada. A partir de una interpretación del Deuteronomio (25,4) dice que quien labra y quien trilla tiene que trabajar con la esperanza de recibir una parte. Recuerda que los que sirven en el templo viven del templo. En todos los cultos antiguos, tanto judíos como griegos, los sacerdotes recibían una recompensa para poder dedicarse plenamente a sus funciones. En sintonía con lo que estipulan las leyes del Antiguo Testamento (Nm 18,8-31; Dt 18,1-5) los que sirven en el altar reciben una parte de las ofrendas. Y cuando Pablo dice que el Señor ha dispuesto que quienes anuncian el evangelio vivan del evangelio se está refiriendo a aquellos pasajes de los sinópticos donde Jesús dice que quien trabaja (se entiende que es en la predicación del Reino de Dios) bien se merece que lo mantengan ( Mt 10,10; Lc 10,7). La detallada argumentación da mucha fuerza a la renuncia por parte de Pablo de recibir una paga por su tarea apostólica.

En los versículos 16-18, que corresponden ya al texto de nuestra lectura, Pablo argumenta a partir del contraste entre el trabajador libre, el que trabaja por propia iniciativa, el que hoy diríamos un autónomo y el esclavo, el que trabaja obligado. Los esclavos se mezclaban a menudo con la mano de obra libre, puesto que los empleadores utilizaban cualquier recurso humano disponible y necesario para realizar un trabajo. Si no se encontraban bastantes esclavos o se necesitaban especiaistas que solo podía proporcionar la mano de obra remunerada, entonces los trabajadores libres y los esclavos trabajaban juntos. En el sector agrícola, esta combinación de mano de obra era especialmente habitual. Los libras tenían derecho a una recompensa, en cambio los esclavos no tenían derecho a ninguna recompensa salvo que en alguna circunstancia especial el amo les quisiera dar. Pablo es el esclavo del Señor encargado de la administración (“oikonomia” oficio del esclavo) del evangelio. Es una tarea importante porque había esclavos de muchos tipos desde los que trabajaban en los trabajos duros de las minas o el campo hasta los que lo hacían en trabajos más nobles como la educación o la administración de una casa. La tarea de predicar el evangelio es muy importante. Paradójicamente para Pablo la paga está en poder predicar el evangelio sin recibir ninguna paga cosa que le otorga una gran libertad.

Sin decirlo Pablo recuerda que ha sido llamado y escogido por el Señor para que sea testigo de su nombre ante las naciones paganas (Ac9,15 22,15; 26,17-18; Gl 1,5). No puede renunciar de ninguna de las maneras, como Jeremías que vive el imperativo de profetizar como un fuego interior que no puede extinguir (Jr 20,9). La causa del evangelio es una prioridad de primer orden en la actividad de Pablo que lo llevará a aprovechar cualquier oportunidad hasta hacerse todo con todos para salvar unos cuántos.

Domingo 5.º durante el año. 4 de Febrero de 2024

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