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Sagrada Familia. Ciclo A
Barcelona, ​​29 de diciembre de 2013

Estos últimos años, se ha extendido entre muchos padres, una sensación
– de impotencia
– y de desánimo.
Fácilmente se da por supuesto que es poco lo que se puede hacer en casa para educar a los hijos en un estilo de vida sano.
La familia –se dice– ya no tiene fuerza.
Los jóvenes de hoy aprenden a vivir
– de sus compañeros
– del ambiente de la calle
– o de la TV.

Pero los padres, antes de renunciar a todo esfuerzo, deberían entender que, en la actual configuración de la sociedad, no hay ninguna institución mejor dotada que la familia para orientar la vida del hijo.
Psicólogos y pedagogos de prestigio nos dicen que las personas retornan a lo que han experimentado como bueno en los primeros años de su vida.
En el hogar, el niño puede captar
– valores
– conductas
– actitudes
– experiencias humanas y religiosas
en un clima de afecto, de confianza y de amor.
Y esta es la gran posibilidad dee la familia.
Nada educa tan decisivamente y deja surcos tan profundos como el que se ha experimentado positivamente en el hogar.

Gerardo Pastor dice: "Ni las guarderías o escuelas, ni los grupos de coetáneos, ni las parroquias, ni los medios de comunicación social logran penetrar tan hondo en la intimidad infantil como los parientes primarios, esos seres de quienes se depende absolutamente durante los seis o nueve primeros años de la vida: padres, hermanos, tutores".
Es cierto que la televisión, los amigos, la calle tienen influencia. Pero esta crece si en casa hay desorden, falta
– de conciencia
– de responsabilidad
– de preparación.

No es sólo un problema de los padres. La familia necesita apoyarse. Colegios y parroquias deben impulsar
– escuelas de padres
– encuentros de reflexión y orientación práctica.
Los primeros años del niño son decisivos.
Hay que saber sembrar con responsabilidad, habilidad y competencia.
Y eso no se improvisa.
Se necesitan estrategias de la adecuada preparación.
¿Nosotros ayudamos o bien estorbamos?

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