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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El pantano de Sau, alimentado por el caudal del Ter, se construyó en 16 años, culminando sus obras en 1963. Desde el principio, las aguas engulleron la iglesia románica del siglo XI con su campanario. El progreso, la economía… tienen su precio. En ese caso, invisibilizar el pueblo de Sant Romà de Sau juntamente con el símbolo religioso de un templo cristiano. Cuando la abundancia de agua consigue llegar a los buenos niveles, los turistas que visitan estos parajes suelen ignorar el tesoro arquitectónico que yace en el fondo del embalse. Actualmente, la sequía pertinaz pone en evidencia un vacío alarmante del que destaca la iglesia románica. Hace un par de años ha entrado en el libro de los récords mundiales como la iglesia más antigua del mundo en permanecer incólume bajo las aguas.

Existe una tendencia en contraponer progreso humano con vivencia religiosa, incluso en círculos más radicales, también con expresión espiritual. En momentos de plenitud material, la consciencia de los valores profundos se desvanece, llegando a creer que han dejado de existir. No obstante, basta una sequía severa para que resurjan ante la vista los contornos de unas realidades que parecían arrinconadas en el baúl de historia. Acostumbrados a controlarlo todo con la magia de la tecnología, nos parece imposible que penda sobre nuestras cabezas la amenaza de las restricciones, que se acercan a nuestra vida cotidiana a pasos agigantados. La Generalitat de Catalunya, con el afán de impulsar el ahorro y eliminar el desperdicio, ha lanzado una campaña desarrollada por la agencia Evil Love con el lema, más provocador que verdadero: «El agua no cae del cielo». Los meteorólogos, los campesinos, cualquier ciudadano con dos dedos de frente miran al cielo con la esperanza de descubrir algún signo de lluvia, que los diccionarios definen como caer el agua de las nubes. Queremos controlarlo todo, pero somos incapaces de provocar la lluvia.

Con frecuencia, las experiencias dolorosas, los conflictos, la carestía… nos recuerdan que no todo está a nuestro alcance. El pantano de Sau, al vaciarse casi completamente, nos muestra la iglesia románica con su campanario. Quedan a la vista los símbolos espirituales qua, cuando todo va bien, nos olvidamos de ellos como si no existieran. Nuestra prepotencia sucumbe ante nuestra vulnerabilidad. Basta una sequía extrema para evidenciar nuestras insuficiencias y fragilidades.

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