Pasar al contenido principal

La lectura del salmo 80, con sus imágenes del Dios Pastor y del Dios Viñador, nos hace pensar en aquellos pasajes del Evangelio donde aparecen los campos semánticos pastoral y agrícola. Entre estos pasajes destacan dos que son particularmente explícitos, ambos del evangelio de san Juan: 10,1-12 (el buen pastor y las ovejas) y 15,1-17 (el viñador, la vid y los sarmientos). Nos proponemos ofrecer aquí una lectura de estos fragmentos, relacionándolos con el salmo 80. Dos preguntas nos servirán como telón de fondo para nuestra lectura: ¿Qué nos revela Jesús cuando se presenta a sí mismo como pastor (Jn 10) y como cepa (Jn 15)? Y por qué elige Jesús precisamente estas dos imágenes, tan arraigadas en la tradición de Israel?

Hay un rasgo común en las imágenes pastoral y agrícola que nos brinda una primera información: ambas imágenes hablan de una relación, la relación que existe entre Dios y su pueblo. En efecto, tanto la imagen pastoral como la de la vid necesitan al menos dos elementos para ser completas: el pastor y las ovejas, en el primer caso, el viñador y la vid, en el segundo. En otras palabras, sin pastor no hay ganado y sin ganado no hay pastor, sin viñador no tiene sentido hablar de viña y sin vid no tiene sentido hablar de viñador. Son dos elementos que, como vemos en cada caso, están intrínsecamente unidos, es decir: uno reclama el otro y no existe el uno sin el otro. Pues bien, cuando la biblia nos ofrece imágenes pastorales o relacionadas con la viña (ya sea en el salmo 80 o ya sea en Jn 10 y Jn 15), nos está dibujando la relación de Dios con su pueblo. Esta es la base común de los textos que estamos trabajando. Una base que, aunque puede parecer demasiado evidente, no podemos obviar. Dicho en otras palabras, si no somos conscientes de que la biblia nos habla de Dios y del pueblo en términos relacionales, corremos el riesgo de caer en una especie de conceptualización teológica (si nos fijamos sólo en la descripción que la biblia hace de Dios) o bien, en el otro extremo, en una especie de moralización (si nos fijamos sólo en lo que la biblia dice sobre el comportamiento de las personas y del pueblo).

Al margen de este rasgo común relacional, ¿qué nos dicen de específico y propio la imagen pastoral, por una parte, y la imagen agrícola, por otra?

Empecemos por el campo semántico pastoral. La imagen del rebaño nos da a entender que el pueblo puede apartarse de su Señor (de hecho, así lo ha hecho), que puede hacer experiencia del dolor de la rotura, del exilio, pero que, sin embargo, siempre puede acudir nuevamente a su Señor (como sucede en el salmo 80). Consecuentemente, la imagen del pastor nos muestra que Dios ha dado a su pueblo el gran regalo de la libertad, una libertad que no es, sin embargo, olvido ni despreocupación por parte de Dios, sino más bien lo contrario: el Dios Pastor reúne su pueblo, le acompaña, lo conduce, le sale al encuentro ..., pero siempre respetando el don de la libertad que le ha dado. Las palabras de Jesús en Jn 10 nos revelan que Él mismo es el pastor que hace volver y renueva el pueblo extraviado, perdido en el mal, en el pecado; Él mismo es el pastor que hace brillar su rostro ante los hombres, mostrando de ese modo el camino y, sobre todo, el rostro mismo del Padre. Él mismo es el pastor que salva al pueblo: el guía salvífico de Israel, que reúne a sus hijos en la unidad y que da la vida por todos ellos.

Pasamos el campo semántico de la viña. La imagen del viñador nos da a entender que Dios a creado su pueblo (ya desde los inicios de la historia y, fundacionalmente, en la liberación de Egipto), lo ha plantado (con el don de la tierra prometida) y lo ha cuidado (a través de tantos personajes a lo largo de la historia de Israel: jueces, reyes, profetas ...). La imagen de la viña nos muestra que el pueblo ha sido gratuitamente creado por su Señor y que sólo a Él pertenece, es decir: tanto si la viña da buenos frutos como si da malos, ya si es respetada por todos como si alguien la maltrata, sigue siendo siempre la viña del Señor. Las palabras de Jesús en Jn 15 nos revelan que, en Él, este «pertenecer» del pueblo a su Señor se realiza en forma máxima. Efectivamente, en Jesús, Dios ha visitado su viña, pero no sólo eso, sino que ha ido más allá. En Jesús, Dios se ha acercado a su pueblo hasta hacerse uno con él, es decir: ahora Jesús (el Hijo de Dios) es la viña y nosotros (sus discípulos, el pueblo) somos sus sarmientos. De ahí se deriva que la invitación de Jesús «permaneced en mí» (Jn 15,4) ya no es, en primer lugar, un llamamiento al seguimiento (como si lo era en Jn 10, donde las ovejas escuchaban la voz del pastor, la reconocían y le seguían) sino la invitación a permanecer en su amor. La invitación a acoger la buena noticia de que Dios nos ha unido a Él a través de su Hijo y la invitación a vivir, a partir de ahora, del amor que brota de esta unión. Esta es la verdad profunda que Jesús nos revela: nosotros ya pertenecemos a Él (como los sarmientos a la vid) y, si nos mantenemos en su amor, estaremos en Él (permaneceremos en Él).

En síntesis, el salmo 80, con su doble imagen de Dios Pastor y Viñador, muestra simultáneamente la doble realidad del pueblo: su «ser libre» (como la libertad de las ovejas del rebaño) y su "ser del Señor» (como la pertenencia del sarmiento a la vid). Por otra parte, desde la perspectiva de Dios, la doble imagen del Pastor y Viñador nos habla de un Dios que ama a su pueblo hasta el extremo de dejarlo libre y, por tanto, de tener que asumir la posibilidad de su negativa, con la consecuente tarea de salir a su encuentro repetidamente.

Como cumplimiento de este salmo, los pasajes de Jn 10 y Jn 15 muestran como Jesús, el Hijo conocido y amado del Padre, es quien nos revela plenamente ese Dios Pastor y Viñador y, al mismo tiempo, quien realiza nuestra unión filial con él.

Marc Majà, presbítero de Solsona

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.