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Por Josep Gallifa .

Cabe preguntarse cómo es que en la mayoría de los países avanzados hay, desde hace más de 25 o 30 años, grandes consensos sobre la Educación y en cambio en España son tan difíciles de alcanzar. ¿Por qué España se ve abocada a reformas y contrarreformas constantes en materia educativa y parece que la Educación sea el último reducto de ideologías que parecen superadas en otros ámbitos de la sociedad? Y, en definitiva, ¿de dónde viene que en España sea tan difícil el muy necesario consenso educativo?

Presentaremos brevemente las raíces históricas de una gran división en la Educación que puede explicarlo. Será a partir de eventos que nos son más cercanos en el tiempo respecto a los que los que hemos tratado anteriormente. Trataremos de recordarlos de forma lo más neutra posible y bien seguro simplificadamente:

Lo que ocurrió después de las primeras décadas del siglo XX es que la Iglesia había crecido mucho en peso e influencia en la Educación y en la sociedad en general, que se acentuaron aún más con la dictadura de Primo de Rivera de 1923. Con el advenimiento de la República y la Constitución de 1931, los constituyentes republicanos quisieron adoptar para la Educación el modelo y procedimientos que se habían aplicado en Francia 30 años antes. Así pues, los partidos de las izquierdas republicana y socialista, con el apoyo final del partido republicano radical, impusieron un modelo educativo de cariz muy rupturista y -digamos- anticlerical sin consenso alguno con los sectores republicanos católicos, que también estaban, o los ámbitos cristianos dispuestos al diálogo con el nuevo régimen -y que en Cataluña eran suficientemente significativos-. Ni que decir tiene que el consenso con los sectores más tradicionales, como puede suponerse, era poco menos que imposible. Éste no fue un tema menor, pues produjo una fuerte división, una gran fractura, que contribuyó a las dificultades para la consolidación a medio plazo de la recién nacida república, al menos en su versión radical.

Fue un nuevo momento en el que se legisló de forma global sobre Educación. La legislación republicana apostó por la renovación pedagógica de la Escuela Nueva. En Cataluña se potenció la lengua catalana y las universidades se convirtieron en autónomas respecto al estado en un intento de emular sus homónimas europeas de tradición Humboldtiana. La educación fue laica, y las órdenes religiosas tuvieron prohibida la enseñanza. En algunos casos hubo la integración de algunos colegios en el sector público por parte de la recién instaurada Generalitat de Catalunya. Respecto a lo que nos ocupa, decir que aquellas primeras experiencias de escuelas activas de principios de siglo se quisieron como modelo para todo el sistema público unificado de escuela catalana. Así pues, el potencial de la renovación pedagógica basculó hacia el sistema público. Fueron unos años pedagógicamente revolucionarios vividos en general con ilusión. Aún viven algunos pocos testigos de esa escuela republicana que es recordada por su carácter pedagógicamente avanzado. Fueron pocos años, pero dejaron una fuerte impronta en el imaginario colectivo.

Posteriormente con la implantación de un nacional-catolicismo con el régimen de Franco hubo una verdadera contrarrevolución. Los colegios religiosos se restituyeron y se volvió al castellano. Se acabó con todo vestigio de educación renovada, se expulsaron del sistema o exiliaron muchos de los maestros y profesores republicanos y se volvió a los sistemas tradicionales. La educación pasaba a ser un elemento de fuerte impronta ideológica al servicio del régimen dictatorial. Por otro lado, debemos decir que era más o menos lo que ocurría también en otros países europeos en aquellos años. Aquí sin embargo hubo una singularidad: se volvió a los sistemas de imposiciones y castigos, al sistema fuertemente autoritario, con matizaciones y excepciones, por supuesto. No hace falta insistir porque ya se sabe, como la Iglesia -quizás comprensiblemente a raíz de lo ocurrido- se puso mayoritariamente de parte del régimen. Las formas autoritarias de algunos maestros religiosos durante el período dejaron una huella, por lo que algunos explican, que les hizo alejar posteriormente de la Iglesia. Sin embargo, la fuerte secularización empezó a ser ya un fenómeno europeo, no sólo nuestro. Digamos de paso que el adoctrinamiento a menudo consigue lo contrario de lo que pretendía.

Esta evolución pendular y esta gran fractura de apologéticas irreconciliables, aunque no están vigentes hoy, sin embargo, están en la base de la práctica imposibilidad emocional en España para encontrar un consenso educativo. Es necesario, para acabar de explicarlo, atender también a lo que ocurrió en la transición política y a los primeros años democráticos. Sin embargo, el resultado es que ha sido difícil el acuerdo en Educación, con la pervivencia en las mentalidades de un único consenso: El modelo laico que implantó la Ley Moyano para la escuela pública, con la “concesión” al Iglesia de ciertos espacios en Educación en función de los distintos Concordatos, así como a otras instituciones privadas.

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