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Comentario a la primera lectura del domingo 12.º durante el año. A

La situación que le tocó vivir a Jeremías no fue fácil. El reino de Judá había hecho una alianza con Egipto y esto le proporcionaba cierta tranquilidad enfrente las presiones del gran imperio oriental, Babilonia. Jeremías preveía que Babilonia era superior militarmente y que, a la larga, Egipto sería derrotado. Por eso el profeta denunciaba la falsa seguridad que representaba fiarse de Egipto y recomendaba pagar tributo a Babilonia puesto que de este modo quedaba garantizada la supervivencia de Judá, aunque fuera como reino vasallo. Evidentemente, esto no gustaba a las clases sociales poderosas del reino de Judá (no pagar a Babilonia los enriquecía) ni tampoco a la élite militar. Estos eran los perseguidores de Jeremías entre los cuales hay Paixhur que al ver el gesto de la jarra rota y después de oir las palabras del profeta diciendo que el Señor semejantemente romperá la ciudad y su pueblo, lo hace apalear y ligar a la cepa que había a la puerta del templo.

El profeta se lamenta de esta situación. El texto que leemos en la primera lectura de este domingo es un fragmento (Jr 20, 10-13) de uno estos cantos de lamentación que aparecen repartidos a lo largo del libro y que suelen ser conocidos como “Las confesiones de Jeremías”.

Las confesiones pertenecen al género literario de la lamentación que también encontramos en los salmos (por ejemplo: 3; 5; 10; 22; 27; 28; 35; 41; 70; 71; 109; 141; 142). Mezcla entre conversación con el Señor, plegaria y queja es un ruego de protección que brota de la profundidad del ser humano, del fondo más íntimo y personal del individuo, de una experiencia profunda que lo ha llevado al límite de la desesperación. Tiene un deje de rebelión. No es un lenguaje tímido y se caracteriza por afirmaciones atrevidas; es impactante y no deja indiferente al lector. Las confesiones nos muestran un profeta Jeremías tremendamente humano.

Las confesiones presuponen que ha habido un llamamiento, una relación de intimidad con Dios y una misión encomendada que ha derivado en una sensación de fracaso; el orante se ve injustamente perseguido por sus enemigos y esta es una constante en las plegarias de lamentación. Los enemigos persiguen al justo y este no entenderá como los enemigos prosperan, no entenderá la felicidad de los impíos inversamente proporcional a las desgracias que se acumulan sobre el justo.

Es una lástima que la lectura litúrgica prescinda del versículo 9. “Si me digo : «No pensaré más en ello, no anunciaré la palabra en su nombre», entonces ella se vuelve dentro mío como un fuego devorador ... he probado de apagarlo y no he podido”. Con un lenguaje chocante describe la fuerza misteriosa que domina al profeta cuando él, sintiéndose derrotado, quiere abandonar la tarea de profeta, la proclamación de la palabra del Señor. Cualquier resistencia a la fuerza abrasadora de Dios se vuelve totalmente inútil. En pocas palabras se describe el combate interior del profeta; Dios se apodera totalmente de él y no le deja ninguna rendija por donde pueda escaparse.

Todos los cantos de lamentación dan, en un momento determinado, un giro que convierte el dolor y la pena en una esperanza confiada en el Señor. Es un elemento que suele no faltar nunca en las plegarias de lamentación por eso se encuentra en esta plegaria de Jeremías. Después de exponer la situación en que se encuentra el profeta víctima de la burla de los enemigos, Jeremías pone su confianza en Dios en virtud de la promesa que le ha hecho: “Yo estaré contigo” (1,8). Él confía que el Señor intervendrá para liberarlo de los enemigos puesto que estos, ante la fuerza y el poder del Señor, no podrán hacer nada.

El estallido final de los cantos o plegarias de lamentación es una acción de gracias acompañada de una invitación a la alabanza. En algunos casos incluye la promesa de cumplir un voto u ofrecer un sacrificio de agradecimiento. La experiencia del favor de Dios no deja al profeta indiferente, quiere hacer partícipe a toda la comunidad de la experiencia del favor de Dios y esto lo empuja a invitar a toda la comunidad a la alabanza al Señor: “Cantad al Señor, alabad al Señor: él ha salvado la vida de los pobres de las manos de los malvados”

Domingo 12.º durante el año. 25 de Junio de 2023

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