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Por Josep Gallifa .

La neuroquímica del cerebro humano cada vez atrae más la atención de los investigadores. Es interesante la entrevista divulgativa que corre por las redes a Robert Lustig, neuro-endocrinólogo e investigador de los circuitos de los neurotransmisores del cerebro. Su perspectiva es coincidente con el que es un gran conocedor del cerebro y también divulgador, Ignacio Morgado, recogida en su libro de 2019 Deseo y placer. Vamos a exponer brevemente un principio de este complejo ámbito de investigación:

Lustig en el mencionado vídeo expone como hemos confundido dos de las emociones positivas más importantes: placer y felicidad, aunque más que a felicidad se refiere a bienestar o alegría, pues él mismo reconoce en otras entrevistas que la palabra felicidad no es muy "científica", no se puede medir. Sin embargo -dice- esta confusión entre placer y felicidad ha causado una crisis cultural.

El placer es pasajero, se disfruta a corto plazo, es visceral, se basa en tomar, puede ser alcanzado con sustancias, es experimentado en soledad (comer, beber, comprar ...). El bienestar en cambio es permanente, se disfruta a largo plazo, es etéreo, se alcanza en dar, no se puede conseguir con sustancias y se disfruta en grupos sociales (encuentros de familias y amigos). En un extremo el placer puede crear adición a sustancias o a conductas, la felicidad en cambio no crea adicción.

La base de estas diferencias entre placer y bienestar está en los circuitos de dos neurotransmisores diferentes:

En cuanto al placer, la dopamina es un neurotransmisor estimulante que activa la siguiente neurona, pero cuando se da un exceso de estimulación -dice Lustig- la neurona podría morir, por eso se protege reduciendo los receptores que se pueden estimular. Esto hace que la próxima vez, para conseguir un mismo efecto, habrá que haber una dosis de estimulación mayor, hasta que esta dosis tendrá que crecer y crecer para el final acabar no sintiendo nada. Es el circuito de la adicción. De todos modos el placer también tiene aspectos positivos, pues es el mecanismo de la motivación, como explica Morgado en su libro.

La serotonina, con respecto al bienestar, en cambio es inhibidora. Se adhiere a los receptores de las neuronas inhibiéndolos, desacelera la activación de las neuronas. Esto se traduce en sensación de calma, contentamiento, alegría, sentimiento de ser uno con el mundo -explica Lustig-. La serotonina se libera en el dar, en las relaciones personales, en el contacto con la naturaleza. Un neurotransmisor, sin embargo, suprime la serotonina: la mencionada dopamina. Es decir cuanto más placer se busca más infeliz se es, dice Lustig.

Hay otros neurotransmisores (oxitocina, endorfinas, ...) y es bastante más complejo, pero está claro que placer y bienestar/alegría son dos emociones muy diferentes. Así como el placer se puede vender (sustancias, consumo, adicciones ...), la felicidad no. Por la confusión entre estas dos emociones mencionada al principio, Lustig comenta cómo nos venden "felicidad" y compramos placer.

Las tradiciones espirituales y religiosas, sin conocer la neuroquímica del cerebro, ya aplicaban su lógica. La cuaresma cristiana, por ejemplo, es un tiempo que tiene como característica la reducción del placer, sea con el control de la alimentación, sea con menos expansión para placeres vitales. Se disminuye pues el circuito de la dopamina. Es un tiempo de más aquietamiento vital para permitir prestar más atención a los vínculos humanos. Un aprendizaje de autocontrol para dejar espacio a un mayor bienestar y alegría que se manifestará en su plenitud en la celebración de la Pascua.

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