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Al comenzar un nuevo año litúrgico nos adentramos en los textos correspondientes al ciclo B centrado en la lectura del evangelio de Marcos. Como es habitual en el primer domingo de Adviento corresponde leer el fragmento final (Mc 13,33-37) del discurso dedicado a reflexionar sobre los tiempos últimos. En este pequeño texto domina el imperativo velar; es la actitud que hay que mantener en la espera del regreso del Señor.

Nuestro texto comienza diciendo: "Mirad, velad". Términos que traducen los verbos griegos "blepô" que significa mirar y "agrupneô" que significa abstenerse de dormir. El verbo "blepô" lo encontramos usado en el evangelio de Marcos, varias veces con matices diferentes, viéndolos podremos captar mejor el sentido que adquiere en este pasaje. En un primer nivel significa mirar, captar algo a través del sentido de la vista; es el sentido que tiene en 5,31 cuando los discípulos dicen a Jesús: "Ves que la gente te empuja". Un sentido no tan elemental es el de mirar el entorno buscando, sin embargo, un trasfondo no perceptible a primera vista: "Tened cuidado con los maestros de la ley" (8,15; 12,38). Usado, citando las palabras de Isaías, adquiere el sentido de una actitud personal profunda (4,12). En otros pasajes "blepô" es sinónimo de velar (13,9) y es traducido a menudo por "estar alerta" (13,5,23).

¿Por qué ha introducido el autor el del evangelio de Marcos el verbo "blepô" junto a "agrupneô"? No bastaba con la reiteración del verbo "gregoreuô" que significa velar o estar permanentemente alerta y que aparece en los versículos 34,35 y 37. Los rabinos dicen que nada es superfluo en la Escritura. "Blepô" recuerda que velar no es sólo el estado físico del no dormir. Quiere decir que velar es también mirar el presente, mirar el entorno, mirarlo con sentido crítico buscando algo que va más allá de lo que simplemente se ve; recuerda que velar afecta a la totalidad de la persona. Si velar "gregoreuô" pone la mirada hacia el futuro e invita a estar en estado de alerta esperando lo que vendrá, "blepô" es estar despierto mirando el presente. La presencia de este verbo no es una simple floritura literaria, sino que refuerza e intensifica el mandato de velar y amplía su sentido y significado.

Dentro del texto que comentamos hay una pequeña parábola, la de los sirvientes y el portero (13,34), que tiene puntos de contacto con la parábola de los talentos (Mt 25,14-30) que leíamos hace un par de domingos. En ambas hay un hombre que se va, en ambas a los criados se les encomienda una responsabilidad, en ambos episodios hay un personaje destacado: el portero o el sirviente perezoso. A diferencia de Mateo, Marcos no explica el regreso del dueño ni el acto de pasar cuentas, aunque se supone sino la recomendación de velar no tendría sentido. También cabe destacar la presencia del portero y el recuento de las horas.

En Mateo se quiere dejar claro que el Reino de Dios pide arriesgarse en contra la búsqueda de seguridad que conlleva ocultar el talento. Si en Mateo no se contempla el tiempo que se ha tardado en hacer la ganancia, en Marcos se insiste en que la vela debe ser permanente, que no se puede bajar la guardia, que es inútil hacer cálculos sobre el momento de la vuelta, especulando entorno las vísperas que tiene la noche. En Marcos es la comunidad entera la que tiene que estar a la espera del regreso de su Señor; están implicados tanto las bases de la comunidad como sus dirigentes representados por la figura del portero.

La fuerza imperiosa del mandato de velar, de no abandonar la guardia se explica porque el peligro de ceder es muy probable. Se puede comprobar en el evangelio de Marcos apenas en próximo capítulo. En Getsemaní, Jesús insistirá tres veces: velad, los discípulos, sin embargo, seguirán durmiendo.

Domingo 1º de Adviento. 29 de Noviembre de 2020.

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