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Economía, del griego oikonomós, significa literalmente administrar (némein) la casa (oîkos). Pero con el paso del tiempo, su uso se extendió a cualquier tipo de administración, sin estar circunscrita a la casa. Así, hoy en día en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española se define como la «administración eficaz y razonable de los bienes».

Entre las diferentes economías posibles, nadie piensa que pueda situarse también la administración del mundo, de la historia de la humanidad, ya que se escapa de la acción de cualquier ser humano. Administrar la creación es competencia de Dios, por lo que podemos decir que la Trinidad tiene también su dimensión económica, que se despliega en la historia de la salvación o economía salvífica. Se trata, por tanto, de la actividad de Dios hacia el mundo, hacia la humanidad, su plan salvífico iniciado en la creación y culminado en Cristo que llegará a plenitud al final de los tiempos.

Constantemente aparece en la liturgia esta «economía» divina.

Unas veces solamente se recuerda un momento puntual de la historia de la salvación. Por ejemplo: en Adviento nos fijamos en el Hijo de Dios que se encarnó y que vendrá glorioso al final de los tiempos; en Navidad celebramos el nacimiento de Jesús; en la Pascua ocupa nuestra atención la resurrección de Jesucristo de entre los muertos…

Otras veces se describe de forma más completa la economía de la salvación, recorriendo sus principales acontecimientos. Como ocurre en la liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual, donde nos vamos deteniendo en la creación del universo y del ser humano, en el sacrificio de Abrahán, en el paso del mar Rojo, en la promesa de restauración del pueblo de Israel, en la salvación ofrecida gratuitamente a todas las personas…. hasta culminar en la resurrección de Cristo. Y de modo excepcional queda recogido este plan divino en favor de la humanidad en el prefacio de la plegaria eucarística IV.

La finalidad de este recuerdo es actualizar la obra de la salvación llevada a cabo por Dios desde la creación del mundo. La economía divina está presente en la celebración para que siga viva la acción salvífica de Dios operada en sus intervenciones en nuestra historia. El pasado se revive en el presente, pues cada vez que se celebran las acciones de Dios se realiza la obra de nuestra redención. La oración después de la tercera lectura y su cántico de la Vigilia Pascual nos lo recuerda: «También ahora, Señor, vemos brillar tus antiguas maravillas y, lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder… hoy aseguras la salvación de todas las naciones».

José Antonio Goñi

(Publicado en Galilea.153 número 13)

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