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La persistencia y el aumento de la crisis, más la desorientación política del país, nos están llevando a un desánimo colectivo. Cada día más, las noticias se corresponden con la realidad deteriorada que nos rodea: cierre de empresas y asociaciones, cifras económicas y financieras esperpénticas, corrupción política y empresarial, reducción y encarecimiento de los servicios públicos, impunidad de los poderes fácticos y desahucio de los pobres, desunión política y fatiga cívica.

La Cataluña política vive envuelta en una lógica y unas instituciones que parecen cada día más alejadas de la realidad concreta del país. Partidos, Parlamento y Palacio parecen vivir en un país inventado, desligado del país concreto y real. Desgraciadamente, estamos en la etapa de mayor división y fragmentación desde la transición. El catalanismo como espacio compartido de civilidad y proyecto parece haber desaparecido. La desconfianza hacia la política y lo que hemos llamado "la clase dirigente" es cada vez mayor. La relación con España, y en especial con el Estado español, cada vez es más imposible. Por otra parte, la Unión Europea, bajo control de Alemania y perdida bajo una telaraña institucional imposible, parece perder sus valores fundacionales y su misión esencial.

Casi sin querer, nos estamos adentrando en el abismo. No obstante, estoy convencido de que todavía nos queda margen para evitar caer en él. Si caemos, nos costará mucho salir de él. En mi opinión, debemos evitar los tres abismos más inmediatos.

En primer lugar, caer en el abismo político que implicaría la convocatoria de nuevas elecciones en Cataluña y continuar en el periodo de grave inestabilidad política que estamos viviendo. Sé que se han roto demasiado puentes entre los partidos y sus líderes, que se han tomado compromisos públicos de muy difícil desempeño, pero es necesario rehacer una relación política entre las fuerzas centrales catalanas para asumir la gobernabilidad del país.

En segundo, caer en el abismo económico y financiero. Con el gobierno central y con las instituciones europeas deben acordarse unos ajustes presupuestarios razonables que no hundan económicamente el país y desmantelen la cohesión social. Con agentes económicos y sociales, se deben negociar acuerdos para hacer camino juntos.

Y, finalmente, no podemos caer en el abismo moral como consecuencia de un desánimo general que encuentro un poco por todas partes. Debemos aprender de la crisis que estamos sufriendo para vivir, muy probablemente, con más austeridad y sencillez, trabajando más y con más seriedad. Con mayor rigor y honestidad. Extender la mano a los que viven con más dificultad. Pero debemos tener la convicción de que podemos vencer la crisis actual. Recordarnos que, pese a todo, somos un gran pequeño país, que tenemos las condiciones, como pocas comunidades en el mundo, para seguir viviendo en dignidad y libertad. Que todo ello depende de nuestra actitud vital y nuestro compromiso cívico. Que podemos.

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