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El 26 de noviembre pasado, tuve el privilegio de escuchar a Monseñor Sebastián Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona en el X Congreso de Escuelas Católicas celebrado en Toledo, bajo el lema “Escuela con visión”. Fue una Conferencia muy buena en la que además se percibía fácilmente el aire fresco el Espíritu, al tiempo que aumentaban los motivos de esperanza.

Y digo que tuve el privilegio, porque lo fue, y porque los allí reunidos pudimos encontrarnos con un Pastor que transmitió el Evangelio y que supo hablar de la “Educación confesional en un mundo laico”, con profundidad y con un gran sentido de la realidad y la historia en la que estamos. Un discurso sereno, sin estar a la defensiva de nada, una propuesta clara y a la altura de las circunstancias actuales; un mensaje perfectamente asumible y encarnable en estos tiempos, en los que hay que tener puentes y continuar poniendo cimientos sólidos desde el Evangelio, el respeto y la tolerancia, desde la pluralidad.

Sus palabras iniciales dieron en la clave de una de las actitudes fundamentales que debemos encarnar los discípulos de Jesús hoy: La humildad. Comenzó diciendo que “Un Congreso que reúne responsables y educadores de Escuelas Católicas contiene ya una definición inicial que marca su identidad, aunque estemos siempre en proceso de búsqueda y hoy tengamos que adoptar una actitud muy humilde para ser buenos comunicadores.”

Inmediatamente me pregunté: ¿No será que como Iglesia no siempre comunicamos, porque nos falta humildad y tal vez nos sobra prepotencia?

Dijo que “el Espíritu nos acompaña siempre para la misión educativa que nos ha sido encomendada y hemos aceptado como algo que constituye y anima nuestra identidad cristiana y ciudadana”.

Nos recordó que “somos una Iglesia en misión que vivimos en un permanente estado de misión, y por lo tanto, una Iglesia que no es un fin en sí misma sino que se debe al mundo”, remarcando que lo “que tiene que movernos a la educación confesional en un mundo laico es la pasión por dar a conocer el Evangelio, conjugando muy bien la competencia profesional con la coherencia de vida, con el Testimonio”.

Sí, la pasión por el Evangelio, y no por el poder, la imposición, y la prepotencia…¡la pasión el Evangelio! Y no otras pasiones que buscan asegurar privilegios y reeditar viejos imperialismos.

Me gustó cuando dijo que “Si la Iglesia existe es para evangelizar y hoy el Evangelio es aceptado no por la elocuencia de su proclamación sino por el testimonio de quien lo proclama y de la comunidad a la que representa. Está presente la cuestión de la credibilidad, la del testimonio silencioso y la del testimonio explícito”.

Importante la convicción de quien comunica y la actitud de quien recibe, indicando que “hace falta una afinada sintonía”. Diciendo que “por esta razón es totalmente necesario crear el clima apto para que esta sintonía sea posible, un clima de acogida, de diálogo, de búsqueda compartida, de valoración del otro, de conocimiento de sus circunstancias, de sus deseos e inquietudes, también de sus angustias, miedos y decepciones… En un momento u otro, todo es recuperable.”

Muy bien por Monseñor Taltavull, y sobretodo muy bien por su gran capacidad de facilitar la comunión y de promover la sintonía con nuestro mundo.

¡Vio Dios que todo era bueno!.... y vio que era muy bueno.

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