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Catalunya Religió

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(Josep Gordi –CR) Hay espacios, como algunas bosques, cuevas o grutas, que antes de ir generan unas notables expectativas. Normalmente, porque alguien te ha hablado con anterioridad o quizá porque has leído o visto algún reportaje. Este es el caso del monte y de la cueva de la Santa Bauma, de los que, por diversas fuentes, conocemos de su espiritualidad, monumentalidad y belleza. Es un descubrimiento de la colección de artículos que ofrecemos desde Catalunya Religió sobre santuarios naturales.

Finalmente, un julio caluroso, llegó el momento de adentrarnos en ese soñado paraje. Este santuario natural se localiza en la región francesa de la Provenza. Si viajamos en coche hay que tomar la autopista del sol que va hacia Niza y pasando Aix-en-Provence, encontrará la salida hacia la localidad de Saint-Maximin-la-Sainte-Baume. Por cierto, en la basílica de este pueblo está la cripta donde está enterrada santa Magdalena. A la salida de este municipio, ya encontrará indicaciones hacia el bosque de la Sainte-Baume situado cerca del pueblo de Gémenos.

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Un paraíso de frescura

Desde la lejanía, nos sorprendió que la espesura se extendía al pie de una espectacular pared que, en su punto más elevado, llegaba a los 1.148 metros. Es donde se sitúa la capilla de los Ángeles, llamada a hacer de antena o puente de comunicación entre el cielo y la tierra.

En esta umbría, orientada al norte, la frescura y la humedad han permitido crecer árboles y plantas propias de otros lugares de Europa, como el haya, el pino rojo o el acebo. Por lo tanto, bajo el acantilado del macizo de la Santa Bauma se desarrolla un mundo escondido, lleno de tesoros, de gigantes bien antiguos... que contrasta con la vegetación de la llanura o la solana donde crecen las plantas adaptadas a la sequedad estival, como las encinas, los pinos blancos, los brezos y los carrascos. Hay que tener presente que estamos a sólo 40 kilómetros de la costa mediterránea y de Marsella.

En un día de calor canicular, este contraste se acentúa y se tiene la sensación de adentrarse en un paraíso de frescura. Cuando se empieza a caminar por el camino empedrado que lleva a la Santa Bauma, antes que nada, aparecen las encinas y los robles, algunos de dimensiones colosales y, a medio camino, hay que frotarse los ojos: estamos ante un haya que se eleva por encima de los 20 metros, y más arriba aparece un pino rojo que sube recto hacia la luz. El caminar lento por la pendiente y por el espectáculo de los árboles se acaba cuando sobre nosotros se levanta un vertical acantilado calcáreo y bajo su aparición la Santa Bauma. Es un momento maravilloso: el verde de los árboles y el gris de la piedra caliza se unen en un contraste de colores y texturas.

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De Artemis a María Magdalena

En esta cueva, la leyenda cuenta que ya hubo un primer espacio de culto a Artemisa, diosa griega de la naturaleza primigenia y salvaje. Y siglos más tarde, María Magdalena, después de evangelizar la Provenza, se retiró durante más de treinta años a orar, hasta el día de su muerte, en el año 75. Por lo tanto, estamos ante un espacio sagrado de larga tradición y que, al poco tiempo de morir María Magdalena, se convirtió en el lugar de peregrinación. Actualmente, está custodiado por una comunidad dominica que tiene un hospedaje en la llanura.

María Magdalena aparece en diferentes evangelios apócrifos y en el Nuevo Testamento. Es la primera persona que ve a Jesús resucitado, como describe el Evangelio de San Juan:

"Así que dicho esto, se volvió y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era él.
Jesús le dijo:
-Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el hortelano, le responde:
Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.
Jesús le dijo:

-¡María!
Ella se vuelve y le dice en hebreo:
- ¡Rabboni! -Que significa 'maestro'.
Jesús le dijo:
-Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a mis hermanos y diles: 'Subo a mi Padre, que es vuestro Padre, a mi Dios, que es vuestro Dios.'
María Magdalena fue a los discípulos y les anunció: "He visto al Señor".

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En 2016, el papa Francisco la llamó apóstol de los apóstoles y su festividad se continuó celebrando el 22 de julio como Santa de la iglesia católica.

Por el hecho del carácter sagrado de la cueva y de ser un lugar de peregrinación en el transcurso de los siglos, esta umbría ha disfrutado, salvo el período revolucionario, de un importante grado de respeto por parte de la población local y del poder político y eclesiástico. Por ejemplo, el pontífice Bonifacio VIII decretó, en 1299, un edicto según el cual quien cortara un árbol sería excomulgado. Primero fue reserva real de caza y, actualmente, es un bosque comunal y, a la vez, un parque natural. En conclusión, un santuario natural para visitar este verano.

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