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Catalunya Religió

(Catalunya Religió) El papa Francisco es el blanco de una campaña de deslegitimación sin precedentes. Se le acusa de encubrir los casos de pederastia y se le invita a renunciar. Hasta ahora se trataba de un pequeño grupo de cardenales que no estaban de acuerdo con su postura sobre la familia. Ahora la envestida toma dimensiones más serias y ya se pide sin tapujos no ya que rectifique, sino que dimita. Desde Catalunya Religió nos sumamos a todos los que creen que el Papa no debe dimitir. Al contrario, debe acabar su trabajo: contra los abusos y, sobre todo, avanzando en la reforma de la Iglesia poniendo en el centro la alegría y la misericordia del Evangelio.

El telón de fondo de las acusaciones contra el Papa son los abusos sexuales y el abuso de poder. Pero es fácil ver que detrás de las acusaciones no hay preocupación por las víctimas o para que esto no vuelva a ocurrir.

Cabe destacar que este ataque contra el papa Francisco no es un hecho aislado. Todo lo contrario. No es casualidad que uno de los primeros en "escandalizarse" públicamente por la supuesta denuncia que lanzó este domingo el ex nuncio en los EE.UU. Carlo Maria Viganò sea el cardenal norteamericano Raymond Leo Burke. Es el portavoz visible de los sectores más integristas y enemigo declarado de la doctrina social del papa Francisco, que también es la doctrina social de la Iglesia. Burke también es conocido por sus relaciones con Steve Bannon, el ex jefe de estrategia de Donald Trump famoso por ser uno de los principales promotores de las fake news, y con conexiones con el ministro italiano antiinmigración Matteo Salvini. Como explica el informe que publicamos sobre el caso, esto es mucho más que la carta de un nuncio resentido. El papa Francisco molesta a mucha gente.

Los que añoran la Iglesia de la Cristiandad y la utilizan como un instrumento para implantar un programa restauracionista y conseguir cuotas de poder, ven que se les acaba el tiempo. La clave es la renovación del colegio cardenalicio. Francisco ya ha nombrado 59 de los 124 cardenales electores que hay hoy. Es una exigua mayoría de cardenales bergoglianos, que todavía es insuficiente para asegurar que el siguiente pontificado también sea de reforma. Pero cuanto más tiempo pasa, más renovación del colegio de cardenales y menos posibilidades de volver a los viejos tiempos en un próximo pontificado. Por eso, este ataque no es sólo a Francisco sino también a su estructura más cercana, a quien se intenta fraccionar.

¿Y ahora qué?

Todo hace prever que esta situación sólo acaba de empezar. Habrá más ataques de estos sectores contra Francisco. Por eso, pensamos que:

- Los obispos de los Estados Unidos tienen la oportunidad (ya han salido rápidamente con un comunicado) de pedir hora con el Papa y encarar una estrategia de cohesión y respuesta a los ataques de Viganò.

- Nuestros obispos, y toda la Iglesia catalana, también tenemos la oportunidad de apoyar al papa Francisco y mostrarle nuestra adhesión. Y podemos aprovechar para exigir, como ha hecho él, que frente a cualquier indicio de abusos se comunique y se actúe inmediatamente, evitando tramas y conspiraciones futuras.

- Los creyentes podemos reflexionar sobre las fake news y las supuestas acusaciones e interpretaciones que se propagan alegremente en la red. Las utilizan poderosos medios de comunicación que se alían con una tupida red digital organizada para disparar anónimamente contra el Papa a quien consideran un problema para su agenda. Francisco ya ha pedido a los periodistas que juzguen ellos mismos la carta. Pero el mundo autoreferencial de las redes sociales hace que hoy muchos crean que Viganò sólo canta las verdades a un Papa hereje. Al mismo tiempo, se produce una extraña alianza con los sustratos anticlericales que lo aprovechan para desprestigiar el hecho religiosos en general y la Iglesia en particular.

- Los católicos no sólo tenemos la oportunidad de pedir perdón. Sobre todo debemos poner remedio a situaciones de injusticia, especialmente si se dan dentro de la Iglesia, y denunciar cualquier actitud inapropiada, huyendo del secretismo anclado en una posición medieval y excesivamente clericalizada.

El Papa puede sentir que los fieles le apoyan no sólo con plegarias o acciones de apoyo -necesarias-, sino con el esfuerzo y la responsabilidad de cada creyente que frente a este complot se vea también llamado a dar testimonio de su esperanza. En un contexto que no ayuda, lleno de mentiras y omisiones. Pero con la confianza que lo importante es reparar, pedir perdón y dar espacio a la verdad de los hechos. Es lo que ha pedido el Papa en este fructífero pontificado.

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