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Catalunya Religió
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(Laura Mor –CR) "Ayudarnos, amarnos, ser sencillos". Es a lo que aspira la nueva abadesa de Valldonzella M. Àngels Cornellà Palou. Este sábado se ha celebrado la bendición abacial en la iglesia del monasterio cisterciense de Santa María, en Barcelona, ​​cuatro meses después de que la escogiera esta comunidad monástica. Además de la familia religiosa, con una buena representación benedictina, le han acompañado amigos y familiares.

"Es un bello encargo, el de abadesa, que requiere un sí humilde a Cristo, pleno de deseo, como el de la Virgen María", ha dicho Mauro-Giuseppe Lepori, que es quien le ha bendecido. De sus manos ha recibido el libro de la Regla de San Benito, el anillo y el báculo. Tres símbolos que representan su maestría, compromiso y gobierno de la comunidad.

La abadesa tiene la misión de representar a Jesús y caminar con la comunidad. "Por San Benito, la abadesa hace de la comunidad una familia de hijos e hijas de Dios que transmiten al mundo la misericordia del padre", ha recordado el abad general.

Un servicio y una vocación, el de la vida monástica, que también "tiene momentos complicados", como ha recordado la nueva abadesa de Valldonzella: "Cómo casarse, que también es muy complicado, y tener hijos es algo arduo". Pero ha asegurado que se toma la vida "con alegría" porque "los cristianos debemos ser gente contenta y sencilla; no podemos complicarnos más de la cuenta y menos con los momentos que estamos viviendo".

"La realidad humillante se nos vuelve humildad"

En esa sencillez se ha fijado el abad general. Leopori, que es suizo de habla italiana, ha realizado toda la prédica y toda la liturgia íntegramente en catalán.

"En el fondo querríamos olvidar los momentos humillantes de la vida", ha dicho durante la homilía. Y ha aludido la falta de vocaciones y la realidad de algunas comunidades que son muy testimoniales: "Si una comunidad es pequeña y anciana, nos esforzamos por vivir esta situación de humilde fragilidad como algo positivo".

Para Lepori, esta situación es "un don de Dios y un signo de su presencia", que muestra los propios límites y fragilidades. El monje cisterciense ha recordado cómo se comporta Jesús con los discípulos de Emaús. "En la propia incapacidad de reconocer a Jesús, en su necedad, aquí germinaba una vida nueva, una nueva posibilidad de crecimiento y fecundidad".

El abad ha explicado así el cambio de mentalidad de los discípulos: "Cuando la realidad de lo que somos y de lo que no somos nos humilla, cuando se nos hace conscientes de nuestra impotencia e ineptitud, esa experiencia que nos revela la verdad de nosotros mismos, he aquí que esta realidad humillante se nos vuelve humildad".

Y es en esta experiencia humana donde ha situado la propuesta benedictina: "San Benito quiere favorecer esta experiencia de humildad, organizando la vida de la comunidad como una vida de comunión fraterna a la escucha del Señor presente en medio de nosotros".

La almohada de la fe, la familia y la amistad

Al finalizar la celebración Cornellà ha reiterado su "alegría y agradecimiento" a todos los presentes. Y ha reconocido que, junto con la fe y las hermanas, los amigos son su almohada: "Continuaremos hermanados; nos vemos poco pero yo siempre sé que estáis".

Han acompañado a Cornellà en su bendición abacial el cardenal y arzobispo de Barcelona, ​​Joan Josep Omella, y todas las comunidades cistercienses de Cataluña y representantes de la orden, como son el abad de Poblet y presidente de la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón, Octavi Vilà, el procurador general de la Orden Cisterciense, Lluc Torcal, la abadesa de Vallbona de las Monjas, Anna M. Camprubí, y el prior de Solius, Josep Peñarroya. También representantes de la orden benedictina en Cataluña, como la abadesa de San Benito de Montserrat, María del Mar Albajar, el abad de Montserrat, Manel Gasch, la abadesa de San Pedro de las Puelas, Esperança Atarés, y la priora de San Daniel de Girona, M. Assumpció Pifarré. De la sociedad civil, han participado, entre otros, la directora general de Asuntos Religiosos, Yvonne Griley, y el rector de la Universidad Ramon Llull, Josep Maria Garrell, junto a otras muchas personas vinculadas a la comunidad cisterciense.

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