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Por Josep Gallifa .

El 25 de marzo de 1522 - justo ahora hace 500 años- llegó a Manresa Ignacio de Loyola, después de hacer un largo camino desde su villa natal. Herido en una pierna, había estado en el bando perdedor de una guerra, y tuvo que exiliarse de sus tierras navarras. Quería ir a Tierra Santa desde Barcelona y había estado unos días en Montserrat donde había dejado las armas de caballero y dado sus trajes de noble, para vestir como un pobre. Francesc Riera S. J. explica muy detalladamente la estancia de San Ignacio en Manresa en un magnífico libro escrito y editado con motivo del 500 aniversario de este evento (1).

El peregrino de Loyola -explica Francesc Riera- llegó a Manresa para estar allí por unos días, para reflexionar sobre la vivencia de Montserrat, pero permaneció 11 meses. En Manresa vivió en el Hospital de Santa Llúcia, un hospital de los pobres que le acogió. Empezaba para Ignacio una nueva vida, lejos del lujo y la vida en los palacios. Una vida pero que, reconciliándose progresivamente con su pasado, entregó a la Gracia de Dios.

La Manresa de hace 500 años era ya ciudad, con la iglesia de la Seu, el convento de Sant Domènec, Las iglesias de Sant Miquel y del Carme, el Priorat de Sant Pau, el Hospital de Sant Andreu, el convento de Santa Clara, el cercano Santuario de La Salut de Viladordis, etc., es decir una pequeña ciudad, pero con una rica vida religiosa y espiritual.

En este entorno manresano y en una cueva cercana a la ermita de Sant Bartomeu y encarada a Montserrat en la que hacía estancias, es donde aquel peregrino pobre tuvo una continuada experiencia espiritual que dejó por escrito. Fueron los conocidos Ejercicios Espirituales, una experiencia fundante que estaba destinada a tener el potencial de transformar la cristiandad. Eran tiempos donde el humanismo se abría camino, al mismo tiempo que, por otra parte, la reforma protestante empezaba a cuestionar el catolicismo. Dios quiso que, en aquellas circunstancias, la renovación católica pasara por la experiencia de aquel peregrino pobre de Loyola, por un tiempo manresano.

El impacto de aquella experiencia fundante de Ignacio, llega hasta hoy con gran fuerza, sobre todo por el desarrollo que ha tenido la Compañía de Jesús. Veamos brevemente algunos ejemplos:

Primero: La espiritualidad. Generaciones y generaciones de cristianos han podido realizar, a partir de esa experiencia de Ignacio, procesos de discernimiento espiritual. Puedo dar un modesto testimonio personal: Cuando todavía no conocía gran cosa de San Ignacio ni de su vinculación con Manresa, de bastante joven, tuve la ocasión de participar en una tanda de ejercicios espirituales para jóvenes en Loyola, una experiencia de la que guardo un muy buen recuerdo. Seguro que experiencias similares habrán tenido muchos y muchos jóvenes.

También unos años más tarde, pero todavía en años de juventud, tuve la oportunidad de conocer la riqueza del cristianismo de base manresano, participando en mi caso en la formación de monitores del movimiento scout en la demarcación de Manresa. Ya entonces me di cuenta de la riqueza y diversidad de grupos y comunidades cristianas, un cristianismo reflexivo y sencillo que me impresionó. La Manresa actual podemos entenderla pues también como una ciudad tocada por la mano del humilde Santo de Loyola. Puede ser un ejemplo de cómo la historia, cuando se ha vivido con intensidad, comporta a menudo unas inercias que tienen influencia mucho más allá del tiempo en que ocurren los acontecimientos.

Ya de mayor, también he podido ser testigo de la influencia de los Jesuitas en la educación en el mundo. He conocido a profesores de universidades de la Compañía de Jesús: del Boston College, de Fordham en NY, de Georgetown, de la Loyola University en Chicago o de la Fairfield University. Muchos de ellos son conocedores de la experiencia de San Ignacio en Montserrat y Manresa y algunos han hecho incluso el camino Ignaciano desde Loyola a Manresa. Pero junto a estas grandes universidades he conocido también escuelas en varios países o movimientos educativos populares como Fe y Alegría en Latinoamérica, en concreto de Bolivia. Siempre he constatado cómo Manresa es conocida en el mundo de los Jesuitas. Así más de 60 instituciones en todo el mundo, dice Francesc Riera en su libro, llevan el nombre de Manresa.

La universidad y la educación superior también han estado influidas por las ponderadas reflexiones de Ignacio. Los sucesores del Santo, fieles a la fundación de la compañía y a sus principios, desarrollaron la “Ratio Studiorum”, unos principios de la educación superior encaminados a la formación intelectual en la enseñanza superior, que han tenido un gran influye en la formación católica, y que todavía nos sirven de inspiración hoy.

Volviendo a Manresa: Los lugares ignacianos nos recuerdan esta presencia de San Ignacio. Es un gozo pasear por la capital del Bages, recorrerlos e imaginar cómo sería la estancia de aquel peregrino. Tienen un gran potencial de reflexión cultural y espiritual. También en Manresa existe, como se sabe, el Centro Internacional de Espiritualidad Ignaciana, con sus propuestas formativas y espirituales y donde, en el Templo del Santuario, pueden visitarse también los recientes mosaicos de Marko Rupnik. En Manresa, hace 500 años, se hospedó un santo que dejó una gran huella espiritual y su testimonio de hacerlo todo, como él mismo decía, “Ad Maiorem Dei Gloriam”.

(1) Riera i Figueras, Francesc (2021) Manresa Ignasiana. Cinc Cents anys. El pelegrí de Loiola i els Jesuïtes. Barcelona: Eides-Cristianisme i Justícia/Manresa: Fundació Cova Sant Ignasi.

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