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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Leí con interés la novela «Els finals no arriben mai de sobte» cuya acción de sitúa en el atentado que sufrieron las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York. Su autor, Salvador Macip, ha recibido numerosos premios literarios. No obstante, desconocía su faceta profesional. Se trata de un médico dedicado a la investigación, que estuvo en Estados Unidos y actualmente ejerce en la Universidad de Leicester, en Gran Bretaña. Con motivo de la pandemia, he seguido con atención sus intervenciones, clarividentes y bien fundamentadas. Su libro «Las grandes epidemias modernas», originalmente en catalán, me ha resultado muy ilustrativo. Pero ahora quiero comentar el subtítulo: «La lucha de la humanidad contra los enemigos invisibles». Habla, concretamente, de los microorganismos, los enemigos invisibles, los millones de seres microscópicos con los cuales compartimos nuestro hábitat: bacterias, virus y muchas otras formas de vida minúsculas. Afirma: «Gracias a ellos existimos. Por su culpa mueren hasta catorce millones de personas cada año». Subraya que «mantenemos una relación de amor-odio muy especial». De estos millones de microorganismos que colonizan el cuerpo humano, solo 1.415 causan enfermedades infecciosas. Nos referimos a ellos como microbios patógenos.

La pandemia ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad. Nuestra lucha se mantiene contra unos enemigos invisibles, contra los que nos defendemos externamente con una mascarilla, con gel hidroalcohólico, con el lavado frecuente de manos... Internamente, con las vacunas, sin las cuales la catástrofe sería indescriptible. Estos virus tienen nuevas variantes, se mutan con facilidad y nos mantienen en estado continua de alerta. El papel de la medicina y de la investigación resulta indispensable. La solidaridad entre todos, también.

La salud espiritual tiene una relación especial con la realidad invisible, en parte amiga y en parte enemiga. Dios, los ángeles y los demonios, son expresiones para referirse a ella. El éxito de los patógenos espirituales consiste en pasar inadvertidos. Nuestra ingenuidad frente a ellos es tan dañina como inmensa.

Lluís Serra i Llansana – CC – 12 de diciembre de 2021 – núm. 2203 – pág. 24.

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