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Por Jordi Llisterri i Boix .

Me van a perdonar que pueda parecer desagradecido. Este domingo el matinal de fin de semana de Cataluña Radio ha dedicado un extenso reportaje a la fe y los jóvenes. Está muy bien y es de agradecer que el equipo de El Suplement de Roger Escapa hayan fijado la mirada de un espacio de máxima audiencia en este tema. La crítica no es el reportaje, que no ha caído en el frikismo y gracias a Dios ha escogido una chica católica normal. La crítica es al sustrato. ¿Que un joven sea creyente es algo raro? ¿O nos lo han hecho creer y nos hemos creído que es algo raro? El cebo del reportaje era un poco eso. Normal porque el imaginario colectivo es este. Ser joven y creyente no es muy normal.

La única cosa que no he entendido del reportaje es porque era necesario enmarcar el catolicismo como una herencia del franquismo, cuando de eso ya hace 40 años y todos están muertos y enterrados. No creo que haya ningún joven católico gracias o a pesar el franquismo (y si hay que citar, citemos también qué espacios fueron los que acogieron la resistencia al franquismo, (como tampoco se enmarca nunca el budismo en una teocracia tibetana (ni el lslam en la invasión sarracena... etc.)))

No salgamos del tema. ¿Es algo raro ser joven y creyente? Pues creo que no mucho. En Cataluña hay muchos. Miremos las encuestas del CEO, que no son palabra de Dios pero indican tendencias cuantificables. Los datos de cada ola trimestral fluctúan mucho porque no es objeto de estas encuestas el estudio del fenómeno religioso. Y el Barómetro sobre la Religiosidad no se ha actualizado desde hace cinco años. Pero todas nos describen un panorama similar.

Alrededor de un 35% de los jóvenes catalanes se declaran católicos. Haciendo una extrapolación, esto significa casi medio millón de jóvenes catalanes. Aproximadamente, los jóvenes protestantes podrían ser unos 60.000 (5%) y los musulmanes unos 40.000 (3%). Entre los jóvenes de todas las confesiones, alrededor del 8% se declaran practicante, que quiere decir que quiere unos 100.000 catalanes entre 18 y 35 años.

Que con todo lo que ha llovido "todavía" haya un 35% de jóvenes que se identifiquen como católicos me parece casi un milagro. Y los últimos datos del CEO indican un algo que los últimos años se iba intuyendo. La caída de la religiosidad por franjas de edad se ha detenido: los jóvenes de 18-25 años, ya superan en algunos decimales la adscripción religiosa de los de 25-35.

Cien mil jóvenes que practican los cultos de sus religiones o medio millón identificados con el catolicismo. Mírelo bien. No me parece que permita afirmar que ser joven y creyente sea algo raro. Por ejemplo, es más raro que un joven milite en un partido político o en un sindicato. Con una mirada rápida por internet puedes encontrar que en Cataluña sólo hay 7.000 jóvenes que militan en partidos o que el partido catalán con más afiliados no llega a las 20.000 personas. No hablamos de otras aficiones que puede parecer que interesan a todos los jóvenes y que difícilmente se acercarían a las cifras del ámbito religioso.

¿Si no es así, porque lo parece? Un poco nos pasa lo de la canción de Sisa: "Y usted que lo escucha, no lo oye porque no quiere".

Sin pretensión de dar respuesta apunto dos motivos. Una es la infrarrepresentación en los medios de comunicación. Y eso no es echarles la culpa. Los medios de comunicación son reflejo pero al mismo tiempo impulso de los imaginarios colectivos. Un buen ejemplo de esto sería el feminismo. La necesaria igualdad entre hombre y mujer no se la inventan los/las periodistas/as, pero su centralidad en el discurso colectivo no sería posible sin los medios de comunicación. No habríamos llegado la batalla por el lenguaje inclusivo, a las listas electorales con paridad o al interés por el deporte femenino sin los medios de comunicación. La pregunta es si los medios han sido más de reflejo de una sociedad que invisibiliza la religión o han sido uno de los factores principales que han contribuido a invisibilizarla. Pero el problema de fondo, a diferencia de otras sociedades occidentales, es que la religión ha perdido la batalla cultural y ha dejado de ser pública e institucionalmente significativa. Aunque haya miles de personas a las que la religión sigue dando sentido a su vida.

Un ejemplo clarísimo. Hacen una entrevista al presentador del programa en la que sobre todo explica qué conclusiones ha sacado del reportaje sobre los jóvenes creyentes, y el tema religioso no queda recogido en ningún elemento de titulación para atraer a los lectores. Alguien consideró que este tema no interesaba.

Un segundo factor es más específicamente católico. Nos hemos creído que no hay jóvenes creyentes. La imagen que tenemos es de parroquias, clero y comunidades religiosas envejecidas. Real. Pero el problema es que la superestructura heredera de un catolicismo social que ya no existe nos lleva a esta percepción. Si tenemos una parroquia en cada esquina, no hay jóvenes para tanta parroquia. SI tenemos más de cien congregaciones religiosas, no hay vocaciones para tanta congregación. El catolicismo mantiene una estructura eclesial demasiado dispersa por su realidad social en Cataluña (y en Europa en general). ¿Esto quiere decir que sea una realidad menor o insignificante en Cataluña? No. Pero cuatro centros alternativos de barrio en Barcelona bien organizados hacen más ruido que un centenar de parroquias dispersas. Y que parezca que todos los jóvenes están en los centros alternativos y no en las parroquias.

Mirémoslo pero con optimismo. Lo que parece raro, aunque no lo sea, también es un gran foco de atención. Una religiosidad explicada como algo nuevo, aunque aparentemente extraña, puede tener mucho recorrido. Y que nos dediquen programas de radio y televisión.

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