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Quizás porque tienes más tiempo para digerir lo que lees, a veces pasa que las lecturas estivales condicionan la manera de vivir las vacaciones. Yo estoy leyendo "La interioridad habitada", de Francesc Torralba, porque me interesa eso que se llama "educación en la interioridad" tanto desde un punto de vista educativo como, tal como sugiere el título del libro, como diciembre perspectiva espacial-arquitectónica. Valga como ejemplo la siguiente citación referida al diálogo interioridad-exterioridad aplicado a una casa:

«Puedo observar la fachada de una casa, su altura, sus puertas y sus ventanales, el tejado y el canalón que recoge el agua, pero solo si penetro por algún intersticio dentro de la casa y me paseo por sus habitaciones, por sus pasillos, por el desván, por el sótano y por el cuarto oscuro, podré decir, realmente, que conozco esa casa. Tampoco puedo inferir el estado de la casa a partir de la fachada. (...) No puedo acceder a ese universo de vivencias si el otro no me abre la puerta de su casa y me deja entrar en ella.» (p.28-29)

La última frase de la citación resuena a apocalipsis ( «Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo» Ap 3,20) y el argumento también resuena mucho al discurso de Gaston Bachelard narrado en "la poética del espacio", donde se recoge la siguiente metáfora psicoanalítica en relación con la arquitectura de Karl Gustav Jung:

«Tenemos que descubrir un edificio y explicarlo: su pico superior ha sido construido en el siglo XIX, la planta baja data del siglo XVI y un examen minucioso de la construcción demuestra que se erigió sobre una torre del siglo II. En los sótanos descubrimos cimientos romanos, y debajo de éstos se encuentra una gruta llena de escombros sobre el suelo de la cual se descubren en la capa superior herramientas de sílex, y en las capas más profundas restos de fauna glaciar. Ésta sería más o menos la estructura de nuestra alma» (p.23)

En definitiva, el espacio se presenta como un recurso metafórico del alma humana, de lo que le convierte en su interior y cómo se relaciona esta vivencia interna con la corporeidad o la exterioridad de la persona. Podemos extrapolar esta semejanza a una escala urbana que supere el dentro-fuera de la vivienda? Creo que sí porque también la ciudad, como entidad u objeto, tiene un dentro y un afuera; por lo menos en las poblaciones que no han convertido en un continuo urbano o un área metropolitana de grandes dimensiones, como es el caso de Ripoll. Una plaza se puede leer como un lugar de estar de la vivienda colectiva y una calle como un pasillo interno comunitario por ejemplo. Vamos a verlo en tres elementos que se pueden enlazar en un recorrido de 30 min.

1_El claustro del Monasterio de Ripoll.

Empezamos el recorrido adentrándonos en el corazón de la historia, tanto nacional como local, en el claustro del Monasterio de Ripoll. Por F. Torralba el trabajo de la interioridad tiene mucho que ver con el de la concentración. Estar concentrado, o atento, sería lo contrario a una vida dispersa. Yo soy "cuando estoy", es decir, cuando estoy consciente: «Estar concentrado significa, etimológicamente, estar con el centro (cum centrum), es decir, no moverse de él» (p. 55).

Un claustro es un espacio cerrado, cerrado afuera y abierto sólo en su dimensión vertical; y aún otra característica: nos movemos en el perímetro de este espacio cerrado, deambulando en torno a un centro, como quien "da vueltas a un tema". El centro, propiamente, es un misterio en tanto que se presenta como un espacio no-accesible. Hay en esta estructura la tensión inherente al trabajo de la interioridad: buscamos, como dice el cantante italiano Franco Battiato, "un centro de gravedad" que se nos escuela entre las manos o entre las ventanillas del porticado del claustro. Podemos perdernos deambulando en la superficie, pero este deambular es una invitación a no perder de referencia un centro existencial.

Hay todavía una connotación religiosa evidente: el claustro está presidido por la fuente en su centro y hay una cruz que marca cuatro caminos hacia ella, que representan al mismo tiempo los cuatro puntos cardinales, la totalidad de la tierra. Es la referencia en el Paraíso, el retorno a la "casa perdida" que encontramos en tantos cuentos como Hansel y Grettel, de la que habla el Génesis: «El Señor Dios plantó un jardín en Edén, en la región de oriente, y puso allí al hombre que había formado. El Señor Dios hizo nacer de la tierra fértil toda clase de árboles hermosos de ver y buenos sabrosos. En medio del jardín hizo nacer el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Del Edén nacía un río que regaba el jardín, y desde allí se separaba en cuatro brazos (...) »(Gn 2,8-10)

2_Espacio público del Teatro de la Lira.

El segundo espacio que evoca el trabajo de la interioridad es el espacio o plaza pública de La Lira, donde antes había ubicado el teatro del mismo nombre, obra de los pritzkeans de Olot RCR (Ramón Vilalta, Carme Pigem, Rafael Aranda) y que ha recibido varios reconocimientos internacionales. Se trata de un "claustro inmanente", en el sentido de que parece un claustro tumbado 90 grados para ser recorrido en su dimensión horizontal en vez de vertical. Es un espacio vacío, un gran pórtico forrado de lamas de acero separadas entre sí dejando pasar la luz, que conecta la calle anterior con un balcón hacia el río Ter, el cual se puede cruzar a través de la pasarela de acero que conecta con la plaza pública. Como una especie de "faja metálica" que se desmaterializa con el paso de la luz y la vegetación intersticial asegurando y protegiendo un espacio esponjado en la trama urbana para la ciudadanía.

Aquí el peatón se puede redescubrir como parte de una obra de teatro colectiva que le vincula con una trama de relaciones y de paisajes que le son cercanos. Es un espacio cubierto, al abrigo, ofrecido de forma gratuita, que puede ser sencillamente recorrido o bien vivido como un pórtico acogedor del encuentro pública.

Resuena en este espacio la siguiente cita de la lectura de F. Torralba: «Desarrollar la interioridad significa dar espacios de libertad (…). Existen condiciones que favorecen el camino interior, la toma de conciencia. Una incitación a desplazarse (como el peregrinaje, la marcha nocturna o el correr en plena noche), los encuentros en profundidad, la adoración perpetua, el correr contemplativo, el ritmo lento en el paseo, la práctica del silencio o de la acogida, constituyen catalizadores que pueden propiciar el desvelamiento de la propia interioridad.» (p. 120)

3_La Ermita de San Miguel de la Roqueta.

Si en el primer caso se remarcaba la dimensión vertical del espacio y, en el segundo, su dimensión horizontal, queda todavía un tercero donde se fusionan las dos dimensiones marcando simplemente un punto: es el caso de la ermita de San Miguel de la Roqueta, justo al otro lado del río Ter, diseñada en 1912 por Joan Rubió i Bellver (discípulo de Gaudí, que también hizo la iglesia del pueblo de Raimat o el conocido edificio del "Fraile Blanco", el Asador de Aranda, de Barcelona, por ejemplo). Como ocurre con tantas otras ermitas, lo que era una pequeña iglesia en un camino de salida de la ciudad, en el Raval del Hospital, ahora queda integrada, incluso encajonada y desapercibida, en las calles.

Tan por afuera como por dentro, la construcción parece brutalista "avant la lettre" por su uso de piedra en seco. Se podría definir como un montón de piedras amontonadas que escalan el cielo, tal como un hito de montaña, y su interior como una cueva digna de ser una casa de los enanos de las novelas de J.R.R. Tolkien. Aquí la piedra es lo que es, no se esconde, y el arquitecto deja que el material se exprese en su naturalidad mientras escala su reducida altura en curvas de descarga cónicas. Una construcción maciza, con una lanza cónica central con aberturas en su base que recuerda mucho la composición de la arquitectura religiosa oriental.

Hacemos una última aportación de la lectura de F. Torralba en relación con este edificio que, a pesar de marcar un punto en la trama, mueve al visitante al descentramiento, paradójicamente el movimiento inverso que habíamos visto en el claustro: «Existe una íntima relación entre espiritualidad y descentramiento. Una persona espiritual sale de sí misma, con lo cual, se olvida de su yo, se adentra en el mundo que lo rodea, está atenta a lo que ocurre en su exterioridad. El descentramiento consiste en poner el centro de la propia existencia fuera de uno mismo» (p.221)

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